¿QUÉ ES EL SINULOG?
El Sinulog es una festividad católica que tiene el origen en la adoración del Santo Niño, patrón de la ciudad de Cebú, en las Filipinas. Se trata de una figura del Niño Jesús considerada milagrosa. La imagen del Santo Niño fue un regalo que hizo el explorador Fernando de Magallanes al rey de la isla, Rajah Humabon (bautizado como Carlos) y a la reina Hara Jumamay (bautizada como Juana), cuando llegó a las Filipinas en 1521 en representación de la Corona española. Se cuenta que Magallanes regaló la figura a la reina cuando esta se bautizó y que bailó de alegría al recibirla.
Cada año durante el tercer domingo de enero, muchas personas acuden a Cebú para celebrar el Sinulog. La festividad es conocida principalmente por su procesión y las exuberantes danzas que la acompañan. Se trata de un baile ritual característico que rememora la danza de alegría de la reina Jumamay. El festival celebra la conversión al catolicismo de una parte del pueblo filipino durante el siglo XVI, que se inició en la isla de Cebú. Además, el Sinulog también tiene una importante vertiente cultural, con la representación de trajes y danzas de varias zonas del país, cabalgatas y la organización de concursos.
EL SINULOG EN BARCELONA
Las procesiones del Sinulog se llevan a cabo en varias localidades de Filipinas y también en muchos otros lugares del mundo. En Barcelona, donde se conmemora desde hace 29 años, los actos los organizan niños y jóvenes filipinos. La celebración consiste en una dramatización de la historia del Santo Niño, bailes y una misa.
LA COMUNIDAD CATÓLICA FILIPINA EN BARCELONA
La presencia filipina en Barcelona está relacionada con el pasado colonial español en las islas y se incrementó a partir de los años setenta. Gran parte de esta comunidad, los que son de religión católica, se reúnen alrededor de la parroquia de la Inmaculada Concepción y San Lorenzo Ruiz, situada en la plaza de Sant Agustí, donde se hacen habitualmente misas en castellano, tagalo e inglés.
La pluralidad cultural y religiosa de Barcelona construye una ciudad rica y dinámica, y la normalización de esta pluralidad espiritual en el espacio público contribuye a hacer crecer la riqueza humana de Barcelona.