La participación social, política y comunitaria tiene una importancia esencial en la construcción de la ciudad.

Apoyándose en el privilegio derivado de la división sexual del trabajo, que les permite contar con más tiempo propio para dedicarle y, por lo tanto, incidir en la toma de decisiones de las organizaciones, los hombres tienen una dimensión pública mucho más marcada. De esta manera, se contribuye a sobrerrepresentar su voz y sus necesidades específicas. Por lo tanto, impulsar la participación de las mujeres en el diseño, la elaboración, el desarrollo y la evaluación de las políticas públicas es clave para revertir las desigualdades de género.

 

La mayoría de las personas que participan en las entidades y asociaciones de la ciudad son mujeres. Con todo, esta participación a menudo se ve obstaculizada por las dificultades de conciliación de la vida familiar o laboral, más presentes en la vida de las mujeres que en la de los hombres.

Para garantizar la igualdad, es preciso no solo que las políticas se dirijan a las mujeres, sino que haya mujeres presentes en los órganos de decisión política. En las últimas décadas, su participación se ha incrementado hasta alcanzar la paridad con respecto a la representación política. Aun así, todavía se producen situaciones de segregación en los distintos espacios de representación y participación institucional.

La implicación de la ciudadanía es clave para impulsar iniciativas que den respuesta a sus necesidades, también en el ámbito de la igualdad de género. El empoderamiento de las mujeres y la mejora de sus condiciones de vida están estrechamente relacionados con su presencia en estos espacios de participación, tanto dentro como fuera de sus barrios.