La zona alta de Barcelona es un lugar muy agradable para correr porque está menos transitada, y tiene vías anchas para facilitarnos las cosas. Afortunadamente, la ronda de Dalt apareció en nuestras vidas.
Y no lo hizo solo para evitar atascos: el paseo que lo acompaña por encima deja la ruta muy bien marcada. El cinturón, pues, será nuestra guía, desde Horta hasta el término municipal de Esplugues.
Empezaremos en el Velódromo, accesible por la parada de metro de Mundet, y haremos el primer tramo por la acera del cinturón, dirección a Llobregat, lado montaña. Es mucho más ancha, y sin los altibajos de la acera del cinturón en dirección al Llobregat a la altura de las pistas de tenis. Empezamos a correr tranquilamente, dejando que nos animen los cruces de las calles de la Harmonia y de la Poesia, que tienen aquí su hogar.

Ficha técnica

Sagrada Familia - Hospital de Sant Pau - parque del Guinardó

La ruta empieza a ascender

Km 1 - Habrás cubierto el primer kilómetro cuando pases ante el Hospital de la Vall d’Hebron, donde la ruta empezará a ascender. El tramo de pendiente más fuerte es corto, hasta la calle de Coll i Alentorn, pero hasta la calle de Arenys no te reencontrarás con el llano. No te preocupes si te sientes inquieto: estarás pisando el Coll dels Penitents que da nombre a este barrio. En total, 15 metros de desnivel, nada que no se pueda superar ahora que acabas de empezar.
Cuando dejes atrás la Arrabassada, tendrás que superar el tramo de escaleras en que se convierte la acera. Después, tendrás en frente la enorme plaza de Alfonso Comín, con el Camp de l’Àliga en el centro. Si cruzas la plaza por el centro, encontrarás una zona con sombra
—¡lo agradecerás en los días de calor!— gracias a las plantas trepadoras y una fuente de agua potable. Aquí ya habrás cubierto tres kilómetros.

Una vista espectacular

Km 4 - Nos encaminamos hacia el ecuador de la ruta recorriendo la ronda, ahora por la acera del lado de mar, que nos permite ir de manera más directa. Cruzamos la avenida del Tibidabo y seguimos hacia el Museo de la Ciencia-CosmoCaixa, donde se nos complica la existencia: no tendrás más remedio que cruzar el aparcamiento para seguir adelante. Eso que ahora está repleto de viviendas de alto standing pasa por encima del torrente del Frare Blanc, una de las vías por donde caía el agua de Collserola. Lo notarás por la pendiente de 14,8 metros de desnivel que tendrás que superar. Pero, tranquilo, la recompensa valdrá la pena: a tu izquierda, al correr por la amplísima acera de la calle de Isaac Newton, tendrás una vista espectacular de la ciudad.

Km 5 - A la altura de la Universidad Abat Oliva ya habrás cubierto medio recorrido. Enseguida te plantarás en los escolapios de Sarrià, a partir de donde podrás dejar relajar las piernas con una rampa descendente de 400 metros hasta la calle de Anglí. En la plaza de Borràs, desde donde baja la Vía Augusta, habrás cubierto el quinto kilómetro del día.

Km 6 - Sigue el camino por la calle del General Vives, donde de nuevo la acera de mar es más adecuada. Al cabo de un kilómetro, en la rotonda de Can Caralleu, tendrás que cruzar tres pasos de peatones para llegar a la calle de Gaspar Cassadó. Lo de los semáforos rojos es pesado, pero te compensará cuando te encuentres en el vial que cruza el parque del Castell de l’Oreneta. En la entrada que te quedará a mano derecha, casi al final de la pendiente, encontrarás una fuente con cuatro grifos.

Un bosque dentro de la ciudad

El parque es un bosque dentro de la ciudad, con muchos caminos de arena empinados que ascienden hasta los 203 metros sobre el nivel del mar. Si te pierdes, puedes toparte con los restos del castillo que le da nombre, un eucalipto gigante o un tren en miniatura. Son 17 hectáreas, o sea que te puedes entretener, pero, si te apresuras, saldrás a la avenida de Espasa, que encara el tramo final de la ruta por la avenida del Bisbe Català.
Pasarás por delante del Monasterio de Pedralbes, y quizá te sentirás tentado a entrar. Pero ¡cuidado!: la calle que te lleva a él, la bajada del Monestir, es una reliquia congelada en el tiempo, con casas de labradores y tierra de nuestros temidos adoquines. Más vale que lo dejes para otro día y encares el último 1.500 por la avenida de Esplugues, donde podrás ver el huerto de Pedralbes, uno de los doce de Esade, y, en una suave bajada, te encontrarás el parque de Cervantes. ¡Frena, que la ciudad se acaba aquí!

 

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