A pesar del fracaso aliado, las cosas ya no fueron iguales en Cataluña y en Barcelona. Se incrementó la propaganda austracista, y la política represiva del virrey Velasco hizo el resto. En Viena, los generales aliados aprendieron la lección y se prepararon mejor para un nuevo intento. En este camino, dos hechos reforzaron las posiciones austracistas. En primer lugar, el Pacto de los Vicenses, firmado el 17 de mayo de 1705, y en segundo lugar, el Pacto de Génova, firmado el 20 de junio del mismo año entre una representación catalana, no oficial pero significativa, y el Gobierno inglés. Este acuerdo ofrecía el apoyo al archiduque Carlos de Austria, por una parte, y garantizaba las constituciones catalanas, por otra. La opinión pública, con el conocimiento de estas informaciones, enardeció aún más. El virrey envió al gobernador general de Cataluña, Joan de Llupià, a contrarrestar y a perseguir la expansión austracista. Ya vemos, pues, que la familia Llupià, en sus diversas ramas, simpatizaba con los felipistas.
A finales de agosto de 1705, una nueva flota aliada se presentó ante Barcelona y desembarcó de nuevo entre el río Besòs y la colina de Montgat. Se levantaron voluntarios y migueletes por todo el país que decantaron a muchos pueblos y villas por el lado del archiduque. Barcelona resistía con poca convicción. La plana mayor del ejército aliado, formado por casi veinticinco mil hombres, se reunía en cal Borni, junto a la riera de Horta. A mediados de setiembre, un ataque aliado consiguió, tras muchas dificultades, dominar el castillo de Montjuïc. En esta batalla encontró la muerte el príncipe Jordi de Darmstadt. El Consejo de Ciento y la Diputación del General se mostraron reticentes a dar pleno apoyo al virrey Velasco. La Barcelona borbónica capituló el 9 de octubre, y el 7 de noviembre el archiduque, con el título de Carlos III, entró oficialmente en la ciudad condal. Acto seguido se convocaron unas nuevas Cortes en Barcelona, como correspondía con la entrada de un nuevo rey. A pesar de diversos intentos, las fuerzas borbónicas no volvieron a dominar Barcelona hasta el día 11 de setiembre de 1714.