Por fuera, Barcelona y Cataluña en general vivían en calma; por dentro, se movían muchas inquietudes. A finales de 1703, los austracistas empezaron a organizarse, poniéndose en contacto con Jordi de Darmstadt, el virrey expulsado que tan buen recuerdo había dejado. Por otra parte, en el ámbito popular, las heridas de las invasiones y la ocupación francesa durante la segunda mitad del siglo XVII seguían abiertas.

El 27 de mayo de 1704, una flota aliada se presentó ante Barcelona, comandada por Jordi de Darmstadt. Un pequeño ejército cogió tierra en la desembocadura del Besòs. Esta acción militar tenía el apoyo de un grupo de ciudadanos de Barcelona, entre los que destacaban Guerau de Peguera y, especialmente, su joven hijo, Antoni de Peguera. Esta familia poseía extensas propiedades en la zona del Camp de l’Arpa. Los hombres desembarcados se alojaron en Santa Eulàlia de Vilapicina.

Las instituciones catalanas desconfiaban de la capacidad de los aliados, y por eso apoyaron al virrey Fernández de Velasco, que había vuelto a su cargo a principios de 1704. Una fuerza de unos dos mil hombres salió de Barcelona el 30 de mayo, cogiendo el viejo camino de Horta, para reprimir la invasión. Las tropas de Darmstadt, avisadas a tiempo, los esperaban escondidas dentro de los bosques de algarrobos que se extendían desde Vilapicina hasta Mas Guinardó. Con el encontronazo, provocaron la desbandada del ejército español. Gente de Horta y Sant Andreu salió a luchar al lado de los aliados y se hicieron fuertes en la Torre dels Pardals, en el Guinardó, resistiendo al intento de los hombres del virrey de prender fuego a la masía (Joan Clapés, Fulles històriques, libro IV, págs. 34-45). Esta victoria era insuficiente para establecer las bases de una ocupación más permanente. Al día siguiente, protegidos por el bombardeo de los barcos aliados sobre Barcelona, Darmstadt y sus hombres embarcaron de nuevo, acompañados por algunos de los jefes austracistas de Barcelona, como Antoni de Peguera.

A pesar del fracaso aliado, las cosas ya no fueron iguales en Cataluña y en Barcelona. Se incrementó la propaganda austracista, y la política represiva del virrey Velasco hizo el resto. En Viena, los generales aliados aprendieron la lección y se prepararon mejor para un nuevo intento. En este camino, dos hechos reforzaron las posiciones austracistas. En primer lugar, el Pacto de los Vicenses, firmado el 17 de mayo de 1705, y en segundo lugar, el Pacto de Génova, firmado el 20 de junio del mismo año entre una representación catalana, no oficial pero significativa, y el Gobierno inglés. Este acuerdo ofrecía el apoyo al archiduque Carlos de Austria, por una parte, y garantizaba las constituciones catalanas, por otra. La opinión pública, con el conocimiento de estas informaciones, enardeció aún más. El virrey envió al gobernador general de Cataluña, Joan de Llupià, a contrarrestar y a perseguir la expansión austracista. Ya vemos, pues, que la familia Llupià, en sus diversas ramas, simpatizaba con los felipistas.

A finales de agosto de 1705, una nueva flota aliada se presentó ante Barcelona y desembarcó de nuevo entre el río Besòs y la colina de Montgat. Se levantaron voluntarios y migueletes por todo el país que decantaron a muchos pueblos y villas por el lado del archiduque. Barcelona resistía con poca convicción. La plana mayor del ejército aliado, formado por casi veinticinco mil hombres, se reunía en cal Borni, junto a la riera de Horta. A mediados de setiembre, un ataque aliado consiguió, tras muchas dificultades, dominar el castillo de Montjuïc. En esta batalla encontró la muerte el príncipe Jordi de Darmstadt. El Consejo de Ciento y la Diputación del General se mostraron reticentes a dar pleno apoyo al virrey Velasco. La Barcelona borbónica capituló el 9 de octubre, y el 7 de noviembre el archiduque, con el título de Carlos III, entró oficialmente en la ciudad condal. Acto seguido se convocaron unas nuevas Cortes en Barcelona, como correspondía con la entrada de un nuevo rey. A pesar de diversos intentos, las fuerzas borbónicas no volvieron a dominar Barcelona hasta el día 11 de setiembre de 1714.

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