El día 12, a las nueve de la mañana, hubo un eclipse total de sol, que duró, en total, unas dos horas. Este fenómeno natural creó un gran desconcierto entre las tropas en retirada, como si fuera un aviso de desastres mayores. Carreras i Candi, hablando de la masía del Guinardó, da esta referencia: “También estaba el duque de Anjou (en la masía del Guinardó) el 12 mayo 1706, cuando se le eclipsó enteramente el sol, que duró cerca de media hora, quedando la oscuridad, viéndose brillar las estrellas en sentimiento del cielo de tantos oprobios hechos a Jesucristo, dejando todas las provisiones y municiones, que eran sin fin, y 106 piezas de bronce” (Francesc Carreras i Candi, La Ciutat de Barcelona, p. 1.038). Joan Clapés, el historiador de Sant Andreu, también comenta esta retirada: “[...] perdiendo al ejército español-francés un inmenso botín, entre ellos 130 piezas de artillería, que estaban situadas entre el barrio de Santa Eulària y Sant Martí, algunas piezas en el Guinardó [...]”. Y continúa: “El día 11 permanecieron todavía en Sant Andreu para reponerse, pero después de quemar algunos casales de la barriada de Santa Eulària y Horta, destruyeron tres puentes que ellos habían levantado sobre el Rec Comtal [...] salieron en dirección incierta, y robando lo que pudieron, hasta rompieron la acequia que por aquellos tiempos conducía el agua al afile y lo saquearon bárbaramente” (obra citada, p. 38-39). Sin duda, el duque de Anjou se llevó un mal recuerdo de su visita a Barcelona. Al frente de su ejército, se retiró hacia Francia hostilizado constantemente por los migueletes catalanes.
La vida de Felipe V, en peligro
Uno de los intentos por recuperar Cataluña fue el corto asedio borbónico de Barcelona de abril de 1706. Ante la amenaza de los ejércitos de la Alianza, las dos coronas (sobre todo Francia) organizaron una amplia ofensiva comandada desde Aragón por el mariscal de Tessé, y desde Rosellón por el duque de Noailles. El 3 de abril se inició el asedio, presidido por el mismo Felipe V, que instaló su residencia en Sarrià. En esta fecha, los dos pretendientes a la corona española se encontraban uno frente al otro, a pocos kilómetros de distancia.
La llegada del ejército borbónico fue rápida, pero todavía más veloz fue su huida. En aquellos momentos, por Cataluña y en el entorno de Barcelona se movían muchos grupos de militares, voluntarios y migueletes austriacistas. Uno de estos grupos, comandado por el conde de Cifuentes, la noche del día 5 de abril atacó el barrio donde residía Felipe V, y estuvieron a punto de capturar al rey. Logró escaparse, pero perdió la vajilla y todas sus pertenencias personales. Después de este hecho, Felipe V prefirió dormir a bordo de un barco francés. Las tropas francesas intentaron fortificarse en Vilapicina, pero no tuvieron tiempo de establecer un auténtico asedio. El 7 de mayo llegó la armada inglesa, con unos diez mil hombres, que forzó la retirada enemiga. El día 11 de mayo, el ejército de Tessé se retiraba hacia Montcada.