En aquel momento, se auguraban tiempos de renovación en la escuela pública y, entonces, junto con un grupo de maestros, nos presentamos a las oposiciones a las escuelas públicas de infantil y primaria del Departamento de Enseñanza y del Ayuntamiento de Barcelona. Gané las de acceso a las escuelas del Ayuntamiento.
Así, ¿querías trabajar en la escuela pública?
Sí, lo tenía claro. Una vez dentro, me destinaron a Bàrkeno, una escuela pública de un antiguo asilo de la Zona Franca, con niños de la zona, gitanos de Can Tunis y niños de lo que entonces se denominaba colectivos y que actualmente ya no existen. Los colectivos eran unos espacios creados por la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona destinados a niños de familias con muy pocos recursos. Vivían de lunes a viernes en pisos tutelados e iban a la escuela, donde se les daba de comer, ropa y una educación, y el fin de semana volvían con sus familias. Fue una época muy difícil. A pesar de todas las dificultades, creo que fue una experiencia muy buena como maestra; estuve seis años.
¿Cómo llegaste al Centro de Recursos Pedagógicos?
A mediados de los años ochenta, y con 18 años de experiencia, pedí hacer una pausa. Era la época en que Eulàlia Vintró era consejera y teniente de alcaldía en el Ayuntamiento de Barcelona y, junto con Sara Blasi, de la Generalitat de Catalunya, crearon un convenio para impulsar los dos primeros centros pedagógicos y de recursos (CPR) de Barcelona (se alternó el orden de las siglas a diferencia de los del resto de Cataluña, CRP), que eran centros de apoyo a equipamientos educativos y profesorado para mejorar la educación y facilitar los recursos materiales, la infraestructura y los servicios necesarios para llevar a cabo una actividad pedagógica eficaz. Uno de estos se instaló en Ciutat Vella, y el otro, en el distrito de Horta-Guinardó, donde la mitad del personal era del Ayuntamiento de Barcelona, y la otra mitad, de la Generalitat de Catalunya. Este proyecto piloto del CPR me pareció muy interesante y me presenté. No pensaba que me seleccionaran, pero lo hicieron. A partir de aquel momento, ya nunca dejé el CRP, donde he pasado los últimos treinta años de mi vida laboral. Y el éxito alcanzado por los dos primeros CPR fue tan rotundo que se consideró abrir uno en cada distrito de Barcelona.
¿A qué CRP te destinaron y cómo era esa época?
Me destinaron a Ciutat Vella, al final de los años ochenta (1986). El CRP de Ciutat Vella estaba situado en el Barrio Chino. Mis compañeras, Isabel Dalmau, Conxita Rius, Àngels Badia y yo misma vivimos muchos episodios de miseria, prostitución, drogas y conflictos en aquel momento en el barrio del Raval. Empezamos a trabajar conjuntamente con los centros educativos, pero fue hacia el año 2000, con el boom de la inmigración, cuando el CRP de Ciutat Vella como centro decidió implicarse al máximo para la integración de los inmigrantes, velando por la educación infantil y juvenil. Así pues, colaboramos asiduamente con el CIDOB, con el GIRS (Grupo de Interculturalidad Rosa Sensat) y también tutorizamos un máster de la UAB con Miquel Àngel Essomba (pedagogo y profesor y actualmente comisionado de Educación en el Ayuntamiento de Barcelona) para la creación de las aulas de acogida, del centro acogedor. Sobre estos pilares se ha seguido trabajando muy intensamente hasta ahora. ¡Fue un periodo muy enriquecedor y apasionante!
¡Luchasteis mucho! ¿Cómo valoras el escenario actual en materia de educación en Ciutat Vella?
Actualmente, hay muy buen profesorado en Ciutat Vella y ahora se habla mucho de las redes por la innovación. Todo son redes para el cambio: la escuela 21, las herramientas para el cambio, la red de competencias básicas, los movimientos de renovación pedagógica... Sin embargo, yo, toda mi vida, he vivido momentos de innovación porque mi generación siempre hemos intentado que la escuela fuera más activa y se han superado muchos procesos para llegar hasta hoy.
La escuela, con la entrada de la Generalitat de Catalunya, se empezó a “cuidar”, y las pocas escuelas del CEPEPC llevaron a cabo una verdadera innovación, porque hasta entonces la escuela tenía un profesorado muy mayor, con directoras de cuerpo, que se llamaban, y con métodos antiguos, y no querían oír hablar ni de métodos globalizadores, ni de innovaciones, ni de nada. En cambio, ahora, en todas partes se habla de la innovación (a diferentes ritmos según las escuelas), pero todo el mundo tiene claro que para ser maestra no te formas en un día, implica formarse toda la vida, pero esto no se ha tenido claro hasta nuestros días.
Con los recortes, la formación continua y permanente, que era la base de la innovación, ha desaparecido y todavía no se ha compensado. La comunidad educativa ha tenido que pedir colaboraciones a diestro y siniestro para seguir adelante. Ahora, que ya no da para más, sería muy necesario volver a esta formación permanente del profesorado. Hoy por hoy, en Ciutat Vella se pueden desarrollar proyectos como el PictoEscriptura, el MUS-E, etcétera, porque están subvencionados por el Distrito.
¿Qué implican estos proyectos para los niños y el profesorado?
Con este tipo de proyectos que se están implantando en Ciutat Vella se está cambiando la metodología de trabajo. Se está mejorando todo el proceso creativo de escribir, de expresión de los alumnos sobre un papel... Así, el profesorado ve dónde se puede incidir para mejorar y qué puede ser lo más motivador para los niños para que aprendan a leer y a escribir, y también hacer el seguimiento y la evolución de la competencia del lenguaje oral y escrito.
En estos proyectos, el profesorado recibe el apoyo de un artista (dibujo, danza, circo, teatro...) porque a veces el profesorado no tiene estas competencias; que un artista pueda ayudar a compensar esta carencia actualmente es un lujo, pero se tendría que incluir en el currículum.
Profesorado, CRP y Distrito de Ciutat Vella habéis hecho piña para iniciar proyectos y motivar a vuestro alumnado, ¿verdad?
A finales de los años ochenta, para que los niños de Ciutat Vella escribieran, el profesorado, el CRP y el Distrito de Ciutat Vella organizamos los primeros premios de los Juegos Florales Escolares, que durante muchos años se celebraron en el Palau de la Música y a los que asistieron muchas familias. ¡Fue muy grande y bonito!
Después se crearon los Juegos Florales Escolares de Ciudad, en los que participaban los alumnos ganadores de cada distrito.
Hoy en día, los Juegos Florales de Ciutat Vella se celebran en el Teatre Poliorama.
Hace quince años que, aprovechando el empuje de un gran profesorado para impulsar la narración escrita pero también oral, se valoró la posibilidad de poder presentar piezas audiovisuales a los Juegos Florales. Actualmente, en las escuelas de Ciutat Vella ya hay una tradición importante del audiovisual, que les ha servido de gran ayuda. También se impulsó la radio con el proyecto “Fora muralles” mediante el TEB de RavalNet. Se han hecho muchísimas cosas...
¿Cómo ves el futuro del CRP?
Nadie es imprescindible, pero hay una especial manera de hacer de algunas personas que han ido pasado por el Centro de Recursos de Ciutat Vella, como Isabel Dalmau, Palmira Monsó y Conxita Rius, que dejaron una fuerte huella en el centro y crearon muy buen ambiente entre todos los equipos durante muchos años y una magnífica relación con las entidades y con el Distrito de Ciutat Vella. También ha tenido mucho que ver el apoyo de inspectores que se han entregado en cuerpo y alma, entre los que recordamos a Sonsoles Ortega, Joana Madurell o Llucià Núm, solo por decir algunos nombres. Ahora nos estamos jubilando muchos de los que hemos abierto vías relacionales en Ciutat Vella y somos y seremos sustituidos por las nuevas generaciones que no serán igual que nosotros, pero que esperamos que sigan nuestros trazos...
“¡Ciutat Vella es apasionante!”, dice Caterina, expresando una inmensa gratitud por este tiempo que ha vivido con tanta intensidad, esfuerzo y pasión, y deseando un relevo que comparta gran parte de estos anhelos.
(1) Colectivo de Escuelas por la Escuela Pública Catalana (CEPEPC) fue una organización durante la transición española integrada por unas ochenta escuelas catalanas creadas como cooperativas de padres o de maestros durante la década de 1960.
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