El barrio Gòtic es el núcleo más antiguo de la ciudad y su casco antiguo, y es donde se encuentran la mayoría de los edificios y calles con significado histórico de la ciudad. A lo largo de los siglos ha asumido el papel de centro de representación política e institucional.

El barrio Gòtic está compuesto, al mismo tiempo, por diferentes barrios históricos que conservan su propia personalidad: el Call, Sant Just i Pastor, Santa Maria del Pi, la Catedral, Santa Anna, la Mercè y el Palau.

Los ejes de urbanización históricos del barrio corresponden al cardo y el decumanus romanos en la parte más alta del antiguo monte Táber (plaza de Sant Jaume).

La transformación del barrio

La estructura del barrio llegó intacta hasta el siglo XIX, si bien la morfología interna había cambiado drásticamente durante el siglo XVIII por la gran densificación que sufrió; se subdividieron los grandes caserones en pisos irregulares y faltos de servicios, se aprovechó toda parcela, se suprimieron los huertos que todavía permanecían, se crearon habitaciones mal iluminadas y poco ventiladas y se derribaron las casas antiguas para construir otras nuevas con un incremento desmesurado de la altura.

El siglo XIX será el de las grandes transformaciones en la estructura y morfología del Gòtic. La transformación de cementerios parroquiales en plazas públicas, el vaciado de grandes edificios con el cambio de uso consecuente, el derribo de las murallas y otras actuaciones urbanísticas provocaron que el Gòtic se empezara a percibir como un patrimonio colectivo de prestigio, con un valor de uso por su centralidad territorial e histórica, que debía preservarse.

El valor patrimonial que representa, la variedad y las diferencias de los otros barrios que lo componen y, por lo tanto, la complejidad de los procesos urbanos que se desarrollan en esta zona, lo han llevado a especializarse en el sector terciario de actividad, y se ha convertido en el centro de comercio más importante de Barcelona y de Cataluña.