Desde el siglo XIV se establecieron familias importantes, como los Vallseca, que a menudo fueron miembros del Consejo de Ciento de Barcelona, al igual que los Horta, y que dieron hombres ilustres, como el jurista y político Guillem de Vallseca (fallecido después de 1412), consejero jefe y embajador de los reyes. Se establecieron en la Torre Sobirana, el futuro Laberint, antes de Pere Marí, propiedad que pasó a los Desvalls. También construyeron casa en Horta los Llull, dueños de una gran parte de la Vilanova del Mar, con palacio en el Born; los Llobet, con palacio en la calle de Montcada; los Sapila; los Sitges; los Cervià; los Sabastida, y los Mariner, una familia de mucho prestigio sociopolítico.

Después del Decreto de Nueva Planta, se regularon los nuevos municipios de la Administración borbónica, y Horta quedó sometida al municipio de Sant Genís dels Agudells, pero el crecimiento del núcleo de Horta hizo que, ya en el mismo siglo XVIII, la casa consistorial se levantara (1768) en la plaza de Santes Creus d’Horta, rehecha en 1896.

En el escudo municipal figuraba, hasta la primera mitad del XIX, el nombre de Sant Genís dels Agudells d’Horta y los tres pájaros propios de Sant Genís, pero después ya perdió el nombre y las armas. En 1888, Horta tenía los distritos de Vallcarca, els Penitents, Sant Genís dels Agudells y el Coll, y en 1903, cuando fue anexionado, comprendía, además de Horta, los barrios de la Clota, el Coll, Vallcarca, Sant Genís y els Penitents.

En el siglo XVIII se produjo una recuperación económica general en el país que incidió especialmente en Barcelona y en los pueblos de los alrededores. Horta tenía en su término municipal una amplia población dispersa entre campos y viñas, y había masías al lado de las casas de nobles y fabricantes.

Entre las actividades económicas, aparte de las tradicionales agropecuarias, que dotaron de una nueva vitalidad al barrio, la más característica fue la de las lavanderas, las mujeres que se dedicaban a lavar la ropa de la gente de Barcelona, a las que iba ligada toda una industria relacionada con la ropa y el agua. La industria de la piel estuvo representada por la Adoberia de Barcelona, de la empresa Deu i Companyia (1789), instalada en Can Fontaner, antigua casa de recreo, y otras curtidurías, y también hubo fábricas de almidón.

Según la respuesta al cuestionario de F. de Zamora, en 1789 trabajaban en la curtiduría 26 personas, y había, además, 36 cosecheros, 320 jornaleros, 5 artesanos, 2 médicos, 2 cirujanos, 1 boticario y 16 menestrales (2 maestros de obras, 2 carpinteros, 2 maestros de carros, 2 cerrajeros, 2 alpargateros, 3 tejedores, 1 sastre, 1 zapatero y 1 barbero). Es decir, la actividad de lavanderas y peleteros fue la predominante hasta principios del siglo XX, y de la piel derivaron zapateros, guarnicioneros, guanteros y encuadernadores. Pero Horta no fue nunca un pueblo industrial, sino agrícola, y hoy la economía de la población gira en torno a los pequeños tenderos y los profesionales liberales, o administrativos, directivos y técnicos, y, sobre todo, constituye un barrio dormitorio de tipo semirresidencial.