¿Cómo aprenden la violencia los hombres?
Durante el proceso de socialización de género se aprenden formas de ser, pensar y relacionarse asociadas al género asignado. En el caso de los hombres, este aprendizaje está estrechamente relacionado con la violencia. Desde los juegos de guerra hasta las peleas para demostrar la valentía y la masculinidad, la violencia se normaliza e incluso se recompensa con más reconocimiento social. Cuanta más violencia ejercen los hombres, más demuestran su masculinidad.
Si sois chicos u hombres...
- ¿Podéis hacer el ejercicio de revisar cuáles han sido vuestros referentes?
- ¿A qué jugabais de pequeños?
- ¿Qué dibujos animados veíais?
- ¿A quién queríais pareceros de jóvenes?
- ¿Quién era el chico más carismático del instituto?
- Seguramente en la mayoría de los casos se encuentran ejemplos diferentes de este aprendizaje de normalización de la violencia y de la relación entre masculinidad y violencia.
Ahora podéis hacer el ejercicio inverso, si pensáis en casos en que se ha desafiado el mandamiento de género (no jugar a juegos de guerra, no pelearse en determinadas situaciones, no competir de forma agresiva en el deporte) quizás encontraréis que se evidencia el castigo social por el quebrantamiento de las normas de género invisibles establecidas: burlas, comentarios e incluso más violencia.
El modelo de masculinidad hegemónica no sólo define lo que deben hacer y cómo deben ser los hombres sino que sobre todo delimita lo que no deben hacer.
Es una masculinidad basada en la misoginia (todo lo femenino es peor) y en la homofobia, impidiendo cualquier tipo de relación emocional con otros hombres. Esta identidad se basará fundamentalmente en la conquista y la dominación de las mujeres y los demás hombres.
Un hombre a quien le guste el rosa se dice que es homosexual. Un niño que juega a muñecas, que no se pelea, que le gusta cocinar, que muestra ternura, se dice que es muy niña. Es una lista que se hace más y más compleja a medida que llega la adolescencia y la vida adulta y que operará como una espada de Damocles a lo largo de la vida de los hombres. Ser un hombre supone estar en riesgo permanentemente. La identidad masculina está en cuestión a lo largo de la vida, generando una tensión identitaria constante entre la persona y lo que se espera y se le exige de ella por el hecho de ser hombre.
Michael Kaufman nos habla de la relación existente entre este modelo hegemónico de masculinidad y la violencia a través de lo que llama “Las 7 P” (1999):
- El poder y los privilegios: en primer lugar, en un sistema patriarcal, el poder y los privilegios de los hombres, tal y como pasa en otros sistemas de dominación, se mantienen gracias a la violencia.
- La percepción del derecho al privilegio: la violencia funciona por la contradicción existente entre la forma como se ha construido el poder de los hombres y como, a su vez, se provocan altas dosis de temor, aislamiento y dolor de los hombres hacia sí mismos.
- El permiso: los códigos legales, las leyes o las costumbres otorgan un permiso tácito a los hombres para utilizar la violencia. La violencia de los hombres se percibe como legítima y normal. El ejército es un ejemplo donde el estado normaliza y legaliza el uso de la violencia.
- La paradoja del poder de los hombres: la violencia funciona por la contradicción existente entre la forma como se ha construido el poder de los hombres y como, a su vez, se provocan altas dosis de temor, aislamiento y dolor de los hombres hacia sí mismos.
- La coraza psíquica de la masculinidad: la violencia se basa y se ejerce, en parte, gracias a una distancia emocional respecto a los demás. El modelo de masculinidad hegemónico genera esta incapacidad de empatizar con los demás.
- La masculinidad como una olla psíquica de la presión: la masculinidad tradicional es una cuestión de poder y control. No ser poderoso significa no ser hombre según el sistema patriarcal. Se puede añadir la transformación de las emociones en ira como parte de la socialización masculina.
- Las experiencias pasadas: la mayoría de hombres interiorizan la violencia, tanto si la sufren como si la ven, a partir de experiencias anteriores (infancia, adolescencia etc.).
- ¿He aprendido y normalizado la violencia desde que era pequeño? ¿Cómo?
- ¿Identifico sus efectos?
- ¿Me imagino a los hombres que ejercen violencia machista como personas de clase baja, que beben o que no están bien psicológicamente?
- ¿Qué hago yo para cambiar esta situación?
Entender el aprendizaje de la violencia como tal es también entender el potencial transformador de la educación y los modelos de relación. Cuestionar el modelo hegemónico y construir otro es, por lo tanto, una herramienta de prevención y erradicación de la violencia machista.
Cuestionar los privilegios, redefinir los patrones de la masculinidad, involucrar a los hombres en la lucha contra la violencia, educar en un modelo de masculinidad que no se base en la violencia, o posicionarse públicamente en contra de la violencia son algunas de las acciones que podemos hacer para romper la relación de retroalimentación que se establece entre masculinidad y violencia.
En este sentido, la experiencia del lazo blanco en Canadá y los grupos de hombres que se posicionan en contra de esta violencia son claros ejemplos de estas acciones.