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Del privilegio a la violencia

¿Cómo se relacionan los hombres con su entorno?
Del privilegio a la violencia

Junto con la violencia, el modelo de masculinidad hegemónica se presenta y se manifiesta en una segunda dimensión muy importante: la predeterminación de cómo debe relacionarse un hombre, ya hemos visto que los hombres y las mujeres están en una situación de desigualdad, en la que los hombres gozan de unos privilegios como punto de partida. Pero las desigualdades no se sustentan solas, hace falta una violencia que las sustente. Según Kaufman (1994), existe lo que él llama la tríada de la violencia masculina, una dirigida contra las mujeres y los menores, otra dirigida contra otros hombres y una tercera dirigida contra uno mismo.

Violencia hacia las mujeres

Podemos observar en el patio del colegio que los niños levantan las faldas de sus compañeras, les tiran de las trenzas, les rompen las muñecas, se ríen de su menstruación y del crecimiento de los pechos… Están interiorizando esta dominación sobre el cuerpo de las mujeres, su sexualidad y sus vidas, que persistirá e irá en aumento.

  • ¿Qué efectos tiene este aprendizaje en la relación con las mujeres?
  • ¿Qué efectos tiene sobre ellas? ¿Cómo podemos cambiarlo?

Para trabajar las violencias que los hombres ejercen sobre sus parejas, encontraréis dinámicas y material en el bloque 3 de “Relaciones afectivas, amor romántico y sexualidad”. Ello no obstante, es importante entender que la violencia hacia las mujeres no se reduce al ámbito de la pareja sino que es una violencia sistemática, estructural y simbólica ejercida contra todas las mujeres.

En la adolescencia se aprende que los chicos desean y escogen mientras que las chicas son deseadas. Se aprende que “un no significa sí”, que la anticoncepción es responsabilidad de las chicas y que cualquier muestra de expresión sexual femenina puede ser insultada. Se aprende a piropear por la calle a desconocidas, se aprende que el espacio público y el espacio para hablar pertenecen a los hombres en exclusividad, se aprende a objetualizar Més a las mujeres... También se fomenta y se premia el consumo de prostitución y pornografía. Se enseña que forzar los límites es una conquista y esto conduce al aprendizaje de las agresiones sexuales y una larga lista de comportamientos generalizados y permitidos socialmente que crean un ambiente de dominación sutil y explícita de los hombres hacia las mujeres, independientemente de si son o no son sus parejas.

Podemos observar en el patio del colegio que los niños levantan las faldas de sus compañeras, les tiran de las trenzas, les rompen las muñecas, se ríen de su menstruación y del crecimiento de los pechos… Están interiorizando esta dominación sobre el cuerpo de las mujeres, su sexualidad y sus vidas, que persistirá e irá en aumento. ¿Qué efectos tiene este aprendizaje en la relación con las mujeres? ¿Qué efectos tiene sobre ellas? ¿Cómo podemos cambiarlo?

Cuando llegamos a la vida adulta, la interiorización de los lugares de poder que corresponden a los hombres está presente en todos los ámbitos de la vida: familiar, laboral, comunitario, etc. Por eso será imprescindible trabajar la toma de consciencia del alcance de los privilegios de la masculinidad y el impacto que tiene sobre la vida tanto de los propios hombres como de las mujeres, aunque de forma diferenciada.

Violencia hacia otros hombres

  • ¿Cómo me comporto cuando estoy en grupo?
  • ¿Compito con los demás para demostrar mi masculinidad o genero relaciones de cooperación y respeto con mis amigos y conocidos?
  • ¿Identifico momentos en los que haya tratado mal o ejercido violencia hacia otros hombres?
  • ¿Qué hago para cuidar de los chicos u hombres con quien me relaciono?

El segundo pilar de esta tríada es la violencia que ejercen los hombres hacia otros hombres. No debemos olvidar que el modelo de masculinidad hegemónica se basa en la jerarquía y en la competitividad entre hombres como mecanismo para demostrar y garantizar el cumplimiento del propio modelo y sus características. Ejercer violencia hacia otros hombres, en un modelo de dominación, es un gesto de reivindicación de la propia masculinidad. Esta violencia la ejercen hombres que ostentan el poder patriarcal de manera competitiva y se dirige a hombres que no encajan con el modelo de masculinidad.

Esta segunda manifestación de la violencia mantiene una vinculación importante con la presión de grupo. El grupo de iguales se convierte en un elemento socializador muy potente y ejerce una fuerte presión sobre los individuos que lo forman, especialmente entre los jóvenes. Los chicos sienten que, para formar parte del grupo, deben comportarse como pide el grupo, lo que puede resultar especialmente peligroso en contextos como el ocio nocturno, donde se mezclan alcohol y drogas y donde su capacidad de discernimiento está alternada. En este contexto, el hecho de estar en grupo diluye la propia responsabilidad de las acciones.

Para poder trabajar la presión de grupo es importante profundizar en la autoestima individual y el concepto de amistad. ¿Qué esperamos de las amistades? ¿Qué nos digan lo que debemos hacer o que les gustemos tal y como somos? Parecen preguntas fáciles de responder, pero no lo son. A menudo las identidades grupales pasan por encima de las individuales, especialmente para las personas más inseguras. En el caso de los chicos, con más motivo deberán mostrarse seguros de sí mismos porque es lo que se espera de ellos por ser hombres. Si encima le sumamos la presión de grupo, aparece la violencia como forma de competir con los demás y demostrar más virilidad.

Homofobia

  • ¿Detecto o reproduzco comentarios y actitudes homófobas en mi entorno?
  • ¿Qué hago para evitarlo?
  • ¿Cómo me relaciono con otros hombres? ¿Hago lo posible para integrar la diversidad sexual en los espacios en los que participo?

La homofobia cumple una función muy concreta en la construcción de la masculinidad, es una cuestión identitaria: cuanto más homofóbico me muestro, más viril soy. Y es un pez que se muerde la cola, porque rebajar los niveles de homofobia implica el riesgo de ser acusado de homosexual y pasar a ser objeto de la violencia.

Por lo tanto, la violencia servirá como medida de protección para evitar sufrirla. Esta violencia está totalmente generalizada y se encuentra en todos los espacios donde hay grupos de chicos y hombres: bromas constantes y vejatorias hacia la homosexualidad en los deportes, en los vestuarios de los gimnasios, etc. Muchos tipos de acoso escolar dirigidos a niños y adolescentes van en esta línea. Més

Cualquier chico que no entre en el juego de dominación, que muestre una expresión de género no normativa o cualquier característica leída como “debilidad” será acusado de no ser “hombre”, es decir, de homosexual, y pasará a ser objeto de agresiones por parte de los demás.

Parella de gays besant-se

La homofobia esconde el rechazo a todos los atributos no asociados a la masculinidad y provoca que los hombres no se permitan desarrollar atributos como la empatía, la ternura, la inseguridad, el miedo, que no puedan explorar sus emociones, expresarlas y aprender a gestionarlas. Tampoco permite construir relaciones basadas en los cuidados, el amor, el contacto físico, la cooperación, la escucha, etc.

Reducir las relaciones humanas en actos de dominación hace que los hombres pierdan una capacidad y una dimensión humana imprescindible para tener una vivencia plena y placentera. Trabajar la homofobia sirve tanto para respetar las diferentes identidades sexuales como para desmontar un engranaje clave del poder patriarcal. Debemos fomentar la construcción de una identidad menos rígida y más saludable, permitiendo que los niños, chicos y hombres experimenten con sus gustos, aficiones, preferencias y formas de ser.

Violencia hacia uno mismo

  • ¿Hago lo que se espera de mí por ser hombre?
  • ¿Me pongo en riesgo para demostrar mi masculinidad?
  • ¿Qué hago para no reproducir el modelo de masculinidad hegemónica?

Hasta ahora se ha mostrado cómo este poder y estos privilegios repercuten negativamente en el entorno, pero también se conciben como poder viciado (Kaufman, 1994) que repercute contra los propios chicos y hombres que lo ostentan. La masculinidad hegemónica genera la incapacidad de establecer relaciones igualitarias y gozar del placer de relacionarse con libertad, creciendo como personas y aprendiendo de los demás.

Se puede considerar que la agresividad, la violencia y las actitudes poco reflexivas son, mayoritariamente, el resultado de lo que la sociedad exige a los chicos y a los hombres, en detrimento de otras características, gustos y aficiones. Los hombres aprenden a ponerse en riesgo desde las primeras etapas de crecimiento: las peleas, la competitividad, los comportamientos compulsivos, la asociación de la masculinidad con el alcohol y las drogas, la falta de cuidado por uno mismo (valor asociado a la feminidad), la velocidad en la carretera… Por lo tanto, es habitual que a lo largo de su vida se vean presionados por el grupo a realizar actividades que les ponen en riesgo.