Cuando decimos que la noche de San Juan es una de las fiestas más antiguas de la ciudad no lo decimos porque sí: los elementos básicos –encender hogueras, tirar petardos y ocupar el espacio público– se han mantenido inalterados desde la Edad Media. La primera referencia documentada de la fiesta data del siglo XV, pero la verbena ha tenido que superar etapas y circunstancias muy diversas para sobrevivir tantos años.
Todas esas ideas se desgranan en el libro ‘La nit de Sant Joan a Barcelona‘, el estudio más completo de la fiesta que se ha hecho hasta la fecha y que la analiza desde diferentes vertientes: la histórica, la antropológica, la folclórica… Concretamente el historiador Xavier Cazeneuve se ha encargado de dirigir la investigación sobre los orígenes y la evolución de la fiesta, que explica en el capítulo ‘Història de la festa de Sant Joan a Barcelona’.
Cazeneuve dice que, hasta el siglo XVIII, la fiesta popular nocturna, descontrolada, con fuego y pirotecnia, coexiste con un ceremonial de las autoridades diurno y jerarquizado. A partir del hundimiento de 1714, se desatan las prohibiciones sobre la celebración popular de la verbena, las hogueras y los petardos. Aun así, los barceloneses la mantuvieron. Y hasta finales del siglo XIX no se definieron del todo los elementos que configuran la fiesta tal como es hoy. Una fiesta que continuamos celebrando en las calles y en las plazas.
El capítulo se cierra con algunas conclusiones muy interesantes, como que San Juan es la fiesta popular más antigua de la ciudad. Aunque hay celebraciones anteriores –Navidad, por ejemplo–, no tienen el componente popular de San Juan porque se celebran en el ámbito privado y no en la calle. Para demostrar que se ha mantenido esencialmente inalterada desde hace quinientos años, se explica que en el siglo XV las hogueras, los petardos, los baños en el mar y el desenfreno por las calles ya eran los protagonistas de la fiesta.
También se destaca el hecho de que todos los intentos institucionales de intervenir en la fiesta –como celebrar verbenas organizadas– han acabado fracasando. Eso ha servido para reforzar todavía más el componente popular y garantizar su mantenimiento. Otro rasgo muy característico de la noche de San Juan es que es una fiesta caótica –con miles de personas en la calle, grandes hogueras, petardos por todas partes–, pero a la vez el comportamiento de la gente es muy civilizado, ya que raramente hay incidentes o disturbios.
A pesar de los intentos constantes desde el siglo XVIII, las autoridades no han podido controlar nunca la fiesta. Después de ver reiteradamente cómo la gente hacía caso omiso de las prohibiciones, estos últimos años se ha optado por regular una fiesta que, a ojos de la Administración, puede ser peligrosa y descontrolada. Pero si la verbena de San Juan tiene un elemento característico es que el descontrol de la noche se recupera perfectamente al día siguiente, en cuanto amanece.