LA ENTREVISTA | Jordi Alomar: "En ‘Trànsits’, la dimensión espiritual es una vía de acceso para trabajar la interculturalidad a través de la música"
El Museo de la Música de Barcelona y la Oficina de Asuntos Religiosos (OAR) organizan el ciclo “Trànsits: las músicas del espíritu”. La primera edición (2022-2023) tuvo lugar en el marco de la temporada “Muerte o retorno” de L'Auditori, y este año la segunda edición tiene lugar bajo el paraguas de la temporada “Poder o revuelta”. El ciclo se centra en exponer el vínculo histórico entre la música y la espiritualidad en el seno de las diferentes comunidades que conviven en Barcelona, y lo conforman sesiones desdobladas en una conversación previa y una celebración, bien ritual, litúrgica o en forma de concierto, en la cual la música y la dimensión sonora tienen un papel destacado.
Jordi Alomar, director del Museo de la Música de Barcelona e impulsor del ciclo, reflexiona a continuación sobre el eje temático de “Trànsits” y valora el impacto y la acogida.
- ¿Cómo y por qué surge el ciclo “Trànsits”?
Bien, ya hacía un tiempo que desde el Museo de la Música se había planteado el objetivo de trabajar la interculturalidad desde el hecho musical en un programa público, entendiendo la institución no solo como una gran colección de instrumentos, sino como un espacio donde la música se define como una manifestación viva, indisociable de las comunidades y las personas que la practican. Se consideraba que, desde esta perspectiva, trabajar la diversidad de prácticas sonoras y musicales desde las comunidades era una posible respuesta al reto de hibridación cultural que define la ciudad en la que vivimos.
En 2021, cuando me incorporo como director del museo, el equipo de la Oficina de Asuntos Religiosos (OAR) de Barcelona nos propuso una colaboración que nos permitió abordar esta cuestión, porque presentaba la posibilidad de acceder a unos contextos comunitarios de diversidad cultural antes inalcanzables para nosotros. Así, conjuntamente, pudimos construir un encaje donde poner de manifiesto el significado del hecho musical para las diferentes comunidades con trasfondos diversos de la ciudad.
- ¿Tenéis algún otro proyecto con este objetivo de hacer visible la diversidad cultural?
En cuanto programa específico, no exactamente. Evidentemente, la colección de instrumentos que tenemos hace presente una infinidad de culturas, y con estas intentamos llevar a cabo un trabajo de resignificación, contextualización y descolonización. En este sentido, un ejemplo clarísimo es el gamelán, un gran instrumento formado de varias unidades de percusión característico de la isla de Bali, en Indonesia, que hace bastantes años que es el protagonista de varios programas públicos, desde talleres hasta en un conjunto residente que a menudo da conciertos. El último, de hecho, en el marco del ciclo “Trànsits”.
- El punto de partida, pues, es la interculturalidad vehiculada por la música, pero “Trànsits” dibuja un triángulo donde introduce la espiritualidad. ¿Puedes explicarlo?
El hecho de partir desde la dimensión religiosa y espiritual es una vía de acceso muy efectiva para trabajar la interculturalidad, porque la espiritualidad es un componente esencial de los grupos humanos.
La religión y la espiritualidad son indisociables de la dimensión comunitaria. Quizás en diferentes grados, dimensiones y morfologías: son espacios que articulan una socialización estructurada en la cohesión y en las convicciones compartidas. Y, en estos contextos, la música constituye un vínculo, se convierte en el hecho de compartir. De hecho, la palabra ‘música’ no significa exactamente lo mismo en todas las culturas, pero independientemente de cómo se la llame, siempre hay esta dimensión de expresión colectiva.
De esta manera, en el ciclo, las espiritualidades y religiones de las diferentes comunidades de la ciudad, con el componente musical en común, permiten la interlocución y el entendimiento, ya no con los individuos, sino con unos grupos con dinámicas establecidas, prácticas compartidas, calendarios y pautas sociales.
Así pues, en el ciclo se plantea el trabajo con unas comunidades o grupos con dinámicas y prácticas compartidas y establecidas, desde una pauta social en la cual el componente musical facilita y articula un hecho que creo que hermana a todas las religiones, sean cuales sean las praxis que las vehiculan: compartir un deseo de trascendencia y traspaso hacia algo mejor.
- Por eso el título, “Trànsits”.
El título “Trànsits” fue idea de Marc Oliveras, técnico de la OAR. Pienso que es muy acertado, ya que es una referencia muy precisa a esta cuestión polifacética que se trabaja desde el ciclo. ‘Trànsit’ es una palabra polisémica que denomina tanto un estado como un paso, un cambio. Igualmente, puede hacer referencia al movimiento físico, al ir y venir, como los movimientos migratorios. Al mismo tiempo, es también una invitación a transitar entre (y desde) repertorios, prácticas y contextos.
- ¿Por qué es importante poner de manifiesto la temática del ciclo en una ciudad como Barcelona?
Por su idiosincrasia. En Barcelona se hablan más de trescientas lenguas diferentes. ¿Sabemos cuántas nacionalidades podemos encontrar, en la ciudad? Aquí conviven diásporas de todo tipo. Por ejemplo, la comunidad filipina en el área metropolitana de Barcelona la conforman más de veinte mil personas, aproximadamente.
La ciudad está formada por una amalgama de culturas muy diversas, con unos hábitos, creencias, espacios y estructuras sociales características. Es una realidad que no podemos negar, y a la cual tenemos que responder y dar cabida como entidad pública que somos.
- ¿Cómo se organiza el ciclo? ¿En qué consiste y cómo se priorizan las temáticas?
La construcción de “Trànsits” ha sido un proceso de ensayo y error. Empezamos siempre estableciendo contacto con la comunidad, conociendo las dimensiones musicales que hay en su práctica litúrgica, si es el caso, y valorando las vías para establecer una colaboración o acompañamiento con respecto al espacio o los recursos. Aquí tiene un papel fundamental la OAR, que facilita la mediación. Se parte siempre desde la conversación y la construcción común, así como de la voluntad de abrir estos espacios a la ciudadanía.
Es por eso que en las sesiones a menudo proponemos una conversación previa abierta al público en la que participan miembros de la misma comunidad y alguna persona con experiencia en la dimensión musical, religiosa y cultural de cada caso. Abrimos un espacio donde se establece un diálogo con la audiencia.
Y a continuación tiene lugar la celebración, la liturgia o el concierto, según el caso. En este programa público, combinamos objetivos significativos en el calendario de las comunidades con algunos conciertos. Tenemos claro que la premisa es ser fieles y respetuosos con las funciones, contextos y finalidades de las praxis. No podemos convertir en concierto cualquier cosa ni a cualquier precio. Al fin y al cabo, el sentido de programar estas sesiones es valorar y destacar el papel de la música en las diferentes prácticas como un elemento más. De hecho, hay culturas donde la realidad musical no es necesariamente una parte de la ritualidad, sino que es de por sí una manifestación espiritual. Eso es lo que da lugar a poder dar conciertos, como pasó con el gamelán o con las músicas para tabla que hemos programado tanto para esta temporada como en la anterior.
- Ya finalizada la primera edición (2022-2023), ¿cómo la valoras?
De manera totalmente positiva. Empezamos con un plato fuerte, con la comunidad pakistaní Minhaj al-Qur’ân del Raval, en una sesión centrada en la música qawwali, una práctica no litúrgica, pero sí devocional. Fue una experiencia extraordinaria, un buen pistoletazo de salida para todo lo que vino después.
Me gustaría destacar especialmente una misa católica que hicimos poco antes de Navidad, donde estaba incluida la sibila de Mallorca, una manifestación litúrgica muy característica de la cultura catalana, que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO desde hace más de diez años. Otro ejemplo destacable, también desde la diversidad de prácticas en los territorios de habla catalana, fue el canto de ‘caramelles’ de Pascua, una tradición musical de las islas Pitiusas que se pudo vivir en una misa en la cripta de la Sagrada Familia. O el extraordinario concierto en torno a San Juan de la Cruz y Rumi, de la mano de Taghi Akhbari en Sant Pau del Camp.
- Como decías, la primera edición del ciclo tuvo lugar en el marco de la temporada “Muerte o retorno” de L’Auditori. ¿Cómo se vehicula el eje temático de “Trànsits” bajo este paraguas?
La idea es coordinar las actividades con las líneas de contenido que propone L’Auditori. En el caso de la primera edición, el vínculo era clarísimo, la muerte es un componente esencial en todas las creencias y espiritualidades. Lo vemos, por ejemplo, en las sesiones que he mencionado: los cantos de ‘caramelles’ del ciclo pascual hacen referencia a la muerte de Jesucristo, el canto de la sibila es una premonición del más allá que se vincula con el juicio final… Otro caso podría ser el Beleganjur, un concierto de gamelán vinculado a unos ritos procesionales funerarios.
- Y con respecto a la segunda edición (2023-2024), ¿cómo se enmarcan las actividades en la temporada “Poder y Revuelta”?
Este vínculo quizás no es tan directo como el de la temporada pasada. En esta edición, hemos entrado en la dimensión conmemorativa. Por ejemplo, en la actividad protagonizada por la Iglesia Evangélica de habla alemana, programamos un oficio litúrgico con cantatas de Bach para conmemorar la reforma luterana. De manera parecida, a mediados de enero, celebramos el Sinulog de la comunidad filipina, una festividad que recuerda la evangelización de las Filipinas. O también está el caso del Magal, que festeja un punto de peregrinaje importante para la fundación de la hermandad sufí muridita.
- ¿Cómo valoras las sesiones que se han hecho hasta ahora de esta segunda edición?
Muy positivamente, también. Las entradas vuelan tan pronto como abrimos las reservas. Incluso hay gente que se tiene que quedar fuera porque los espacios acostumbran a ser limitados. Creo que hemos acertado en el encaje de la propuesta.
- Y en el interés de la ciudadanía, también.
Sí, claro está. De hecho, entendemos el ciclo como una práctica de democracia cultural, es decir, de concebir la cultura como un derecho y que se construye desde la base, desde ponerse al servicio de esta base. El trabajo rehúye la verticalidad, la imposición unilateral de contenidos, la prescripción, y apuesta por el diálogo.
- Viendo este recibimiento, ¿tenéis pensado hacer más ediciones en el futuro?
Sí. “Trànsits” ha llegado para quedarse.