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Conceptos clave

La perspectiva de género: conceptos clave

La perspectiva de género intenta lograr la igualdad de oportunidades real y efectiva entre mujeres y hombres en la sociedad, a partir de tomar en consideración de forma sistemática las diferencias entre hombres y mujeres en cualquier actividad o ámbito y cuestionar el valor y los roles socialmente atribuidos a cada sexo. Se analizan sistemáticamente las estructuras y los mecanismos que contribuyen a perpetuar estas relaciones de desigualdad entre mujeres y hombres para introducir cambios hacia una mayor equidad.

Para intervenir con los hombres desde la perspectiva de género es necesario, en primer lugar, diferenciar dos conceptos fundamentales: sexo y género. El sexo se refiere a las características biológicas (fisiológicas, anatómicas, hormonales, etc.) de las personas, mientras que el género indica las atribuciones o expectativas sociales, culturales e históricas que se asocian a cada sexo. Así pues, es un aspecto clave para entender la base identitaria de las personas y cómo estas se relacionan consigo mismas y con los demás.

Así, el género es un sistema de roles, de creencias, de actitudes, de expectativas sociales, de estatus, de patrones de comportamiento, etc., que crea cada sociedad en cada momento histórico determinado y que no sólo determina cómo son los hombres o las mujeres, sino que condiciona sus formas de actuar, pensar y sentir. De esta forma, las características de sexo y género están profundamente interrelacionadas y se influencian mutuamente, configurando el sistema sexo-género, como un sistema de organización de las identidades y también de jerarquización del poder, puesto que atribuye un valor inferior a lo que define como propiamente femenino. Esta condición de construcción cultural explica que los roles de género puedan reproducirse y perpetuarse en el tiempo como categorías contrarias, rígidas y excluyentes de masculinidad Més y feminidad.

¿Alguna vez nos hemos planteado cómo es que casi siempre que nos dan la noticia de un embarazo, la primera pregunta es si será niño o niña?

Dona embarassada

Las personas necesitamos saber de una forma irracional el género de quien tenemos delante para saber qué códigos de conducta debemos tener. Y si es tan relevante es porque el sistema sexo-género implica una distribución de poderes: según el género de la persona que tenemos delante, sabremos qué lugar ocupa en la sociedad.

De esta forma, el conjunto de características psicológicas, sociales y culturales que se asignan a mujeres y hombres y que se aprenden en el proceso de socialización en una cultura y una sociedad determinada es lo que llamamos identidad de género. Esta atribución está estrechamente relacionada con los estereotipos de género (ver la tabla 1), que son el conjunto de ideas preconcebidas sobre los hombres y las mujeres que se aprenden durante este proceso de socialización y que se utilizan para analizar y interactuar con lo que nos rodea. Estos estereotipos, que ignoran la compleja trama de factores sociales y culturales que han contribuido a la construcción de los roles de género, están tan arraigados en nuestra cultura que no siempre son fáciles de identificar.

TABLA 1

Los estereotipos de género
MUJERES HOMBRES
Dependencia Poder/Dominio
Sensibilidad Fuerza
Debilidad Independencia
Fragilidad Iniciativa
Cuidado Agresividad
Ternura Valentía
Sentimentalismo Competitividad
Importancia de la imagen Autoridad
Labores del hogar Importancia del sexo
Comprensión Impulsividad
Rencor Decisión
Cotilleo Falta de expresión de los sentimientos
Intuición Falta de intimidad entre hombres
Falta de expresión de los deseos sexuales Racionalidad

Fuente: elaboración propia

Además, este aprendizaje social se naturaliza hasta tal punto de tener dificultades para diferenciar qué hay de biológico o cultural en estos estereotipos. Pero no sólo es una cuestión de hacer una separación exista del mundo o de cómo son o qué hacen los hombres y las mujeres, sino que además hay una valoración desigual de estas atribuciones, siendo mejor valoradas las características masculinas que las femeninas (ver la tabla 2).

TABLA 2

¿Cómo funcionan los estereotipos de género?
Características Si es niña se dice que es... Si es niño se dice que es...
Actividad Nerviosa Inquieto
Insistencia Tozuda Tenaz
Sensibilidad Delicada Afeminado
Desenvoltura Grosera Seguro de sí mismo
Desinhibición Pícara Simpático
Obediencia Dócil Débil
Temperamento Histérica Apasionado
Audacia Impulsiva, actúa sin pensar Valiente
Introversión Tímida Piensa bien las cosas
Curiosidad Cotilla Inteligente
Prudencia Sensata Cobarde
Si no comparte Egoísta Defiende lo que es suyo
Si no se somete Agresiva Fuerte
Si cambia de opinión Voluble, caprichosa Reconoce sus errores

Fuente: Vázquez, Norma. Los hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades (2008). El ABC del género. Asociación Equipo Maíz. EMAKUNDE Instituto Vasco de la Mujer. Vitoria – Gasteiz.

El hecho de que cada cultura atribuya unas características diferenciadas a hombres y mujeres de acuerdo con sus particularidades socioculturales significa que el género, a diferencia del sexo, es una construcción cultural susceptible de ser modificada según los valores imperantes en cada momento y en cada sociedad.

Paret de bany amb cartells d'homes i dones

Así, los géneros presentan una amplia variabilidad según la cultura y el momento histórico. Esta calidad cambiante es el aspecto más importante que motiva este recurso pedagógico, puesto que es lo que posibilita la redefinición de estas categorías de forma más justa y equilibrada.

Haz una lista con las características que definen a los hombres, con todo lo que se espera de ellos por el hecho de ser hombres, lo que deben hacer para ser
un hombre de verdad”.
Escribe todo lo que te venga a la cabeza sin censurarte, déjate ir al máximo para tener más material para reflexionar. También puedes hacer lo mismo con las mujeres.

El proceso de socialización es vivido de forma diferenciada por parte de los niños y las niñas, como se puede observar en la tabla 1. Este proceso se inicia antes del nacimiento y perdura a lo largo de toda la vida. Es lo que llamamos socialización diferencial de género, a través de la que se nos orienta a identificarnos con los roles de género vigentes. Los agentes socializadores principales son la familia, el colegio y el grupo de iguales, aunque cada vez tienen más peso los medios de comunicación y los espacios de educación no formal.

Los menores aprenden tanto a partir de lo que se les explica como de lo que ven cada día. En este sentido, es muy preocupante que, a pesar de que en casi todas las sociedades occidentales prevalece el valor de la igualdad entre sexos, el discurso formal no se corresponde con muchas de las prácticas cotidianas.

Ejemplo 1:

En el contexto familiar, son muchas las familias que acostumbran a educar a sus hijos e hijas en el respeto a la igualdad, pero si sus hábitos responden a una división desigual de las labores del hogar (por ejemplo, el padre mira la televisión mientras la madre plancha la ropa), los hijos e hijas absorberán estos modelos, se identificarán con ellos y, con mucha probabilidad, tenderán a reproducirlos, perpetuando así los roles de género tradicionales.

Ejemplo 2:

Lo mismo pasa en el contexto escolar. Aunque el profesorado transmita un mensaje igualitario, si las trabajadoras del colegio desarrollan roles de escasa responsabilidad mientras que los cargos directivos están ocupados mayoritariamente por hombres, el alumnado asume de forma natural que las mujeres se hacen cargo de los cuidados y los hombres de la gestión. Además, estas actividades se asocian a una determinada categoría, lo que provoca la interiorización de una jerarquía que otorga más valor a lo típicamente masculino y menos valor a lo considerado femenino.

Si miramos a nuestro alrededor, podremos observar que mujeres y hombres ocupan espacios separados y se les asignan roles y funciones diferenciadas. En nuestra sociedad, esto se ha traducido en una histórica división sexual del trabajo, basada en una justificación biologicista que se apoya en las características diferenciales entre mujeres y hombres. Es decir, relaciona los rasgos biológicos que diferencian los sexos con unas determinadas capacidades, preferencias o aptitudes que condicionan su predisposición a hacerse cargo de unas funciones concretas.

De esta forma, se atribuyen a las mujeres cualidades que las predisponen a asumir tareas vinculadas con la atención o el cuidado de las personas. Por el contrario, de los hombres se esperan actitudes valientes, a la vez que se les atribuye un espíritu ambicioso, valores que les orientan hacia actividades más arriesgadas y los alejan de las tareas sin finalidad lucrativa. Aunque en los últimos años este modelo ha evolucionado de forma muy significativa, continúan siendo las mujeres las que mayoritariamente desarrollan funciones en el espacio privado. Por el contrario, los hombres se desarrollan principalmente en el espacio público.

La separación de los ámbitos público y privado, identificados respectivamente con los trabajos de tipo productivo y reproductivo, se corresponde con una valoración desigual. Así, las labores reproductivas, tradicionalmente reservadas a las mujeres, a pesar de ser fundamentales para la supervivencia de las personas, su calidad de vida y el funcionamiento de la sociedad, están infravaloradas e invisibilizadas. En otras palabras, no reciben prestigio social. Por otro lado, las tareas de carácter productivo, tradicionalmente reservadas a los hombres, gozan de un elevado prestigio social y permiten dar respuesta a diferentes aspiraciones, como tener una vida social activa, obtener remuneración, recibir reconocimiento social, ser autónomo, etc. A menudo se tiende a no visibilizar las aportaciones femeninas, transmitiendo la idea que los hombres siempre han sido los grandes protagonistas, mientras que las mujeres han estado sujetas pasivas de los grandes hechos históricos. De esta forma se refuerza un modelo de feminidad vinculada a la sumisión y a la falta de iniciativa, en el que las mujeres han tenido que asumir sus tareas de forma invisible y gratuita.