En 1857, cuando ya se había empezado a urbanizar, la Bordeta pasó a ser uno de los cuatro barrios del municipio independiente de Sants; cinco años antes hubo un movimiento segregacionista local que no prosperó. Desde entonces, el barrio creció sin cesar. Y no solo en cuanto a industrias y viviendas; también con respecto a la vida social. Hacia 1860, la máxima celebración era una fiesta de primavera, en abril, de origen claramente rural, en cuyo transcurso se colgaba de una anilla una cuerda con un gato y un pato atados que los jinetes debían matar de un garrotazo. Una década más tarde, en cambio, ya aparecieron manifestaciones culturales propias del mundo urbano. Hablamos de la Societat Coral La Floresta, que nació en 1878 en el café de Cal Manel, en la calle de los Jocs Florals. O del Casinet, fundado en 1889 y sede de la Liga Regionalista hasta que cerró, en 1928.
La gran fábrica textil de Can Batlló, inaugurada en 1880, marcó el desarrollo del barrio. Muchas familias trabajadoras dejaron el campo por la industria, en la que destacaron también el Molí de la Bordeta, la peletería Gatius, la Cooperativa Vidriera, la Compañía Fabril de Aceites Vegetales, los talleres de la Hispano-Suiza de Automóviles y la fábrica de motos OSSA, después Citroën. Con Sants y Hostafrancs, la Bordeta se convirtió en uno de los núcleos fabriles más importantes de Barcelona, a la que quedó anexionada en 1897. La inauguración, en 1912, de la estación de tren de Magòria incrementó la actividad del barrio. Y el 10 de junio de 1926, la apertura del tramo Catalunya-Bordeta del metro transversal trajo un nuevo transporte al barrio.
Después de la guerra, solo el Club Ciclista Catalunya y el Club de Futbol Bordeta mantenían su actividad en el barrio. Es cierto que estaba también la Fundación García Fossas, una entidad benéfica, legado de un conocido empresario aceitero de Sants, pero no generaba vida social. Eso sí, poseía una colección magnífica de pintura y escultura (Benlliure, Mir, Zurbarán, Romero de Torres, Rusiñol, Urgell y Casas, entre otros) que poca gente conocía y que ya no existe como tal. La creación de la parroquia de Sant Medir, en 1948, y el talante progresista de su rector, mosén Amadeu Oller, revitalizaron el barrio.
Durante los años sesenta, el desarrollismo de la Barcelona franquista transformó la Bordeta. Muchas de las casas bajas típicas se derribaron y dejaron paso a nuevos bloques de pisos, sobre todo a lo largo de la calle principal. Y al oeste de Can Batlló, en la calle de Badal, la apertura del primer cinturón o ronda del Mig partió la parte meridional del barrio. Esta vía rápida, ideada a principios de siglo por el urbanista Léon Jaussely, se concretó en un plan aprobado en 1968. En dos fechas significativas (18 de julio de 1971 y 19 de marzo de 1972), el alcalde Porcioles inauguró el nudo viario de la plaza de Ildefons Cerdà y el tramo de autopista urbana entre la Zona Franca y la calle de Balmes. Al conjunto de Sants la obra le costó la expropiación de 837 viviendas y 165 industrias y comercios.
El incipiente movimiento vecinal se opuso a ello. Y aunque, en abril de 1975, la Asociación de Vecinos Badal, Brasil, Bordeta ganó una demanda contra el cinturón ante el Tribunal Supremo, el daño ya estaba hecho. No obstante, en los últimos treinta años los vecinos de la Bordeta han ganado otras batallas que han humanizado el barrio. La primera de todas fue la plaza de la Farga, inaugurada en 1956, y las últimas, la plazoleta de la Pelleria, la cobertura parcial de la ronda del Mig y la construcción de un centro de asistencia primaria.
La reforma de la Gran Vía entre las plazas de Espanya y de Ildefons Cerdà se empezó a plantear en 1994 a partir de la necesidad de construir un segundo túnel de los Ferrocarriles de la Generalitat. Hecha esta obra, necesaria para aumentar la frecuencia de paso de unos trenes con vocación de metro hacia el Baix Llobregat, se renovó, también, la superficie de la Gran Vía. El resultado fue una vía más humana, un bulevar amplio que ya no separa tanto la Font de la Guatlla y la parte norte de la Zona Franca, de Hostafrancs y la Bordeta. Además, en 1997 se inauguró una nueva estación de los Ferrocarriles, Magòria-La Campana, que con la integración tarifaria correspondiente acercó el metro a esta parte de la ciudad.
La urbanización de la plaza de Ildefons Cerdà y sus entornos, el cubrimiento de las vías de tren y la nueva estación de metro de Mercat Nou, entre otros, han contribuido también a mejorar la calidad de vida
Pero, sin duda, la operación que cambiará totalmente la fisonomía de la Bordeta es la transformación de Can Batlló. Una amplia zona de 170.000 metros cuadrados se está reordenando para dejar paso a un auténtico pulmón verde con parques, equipamientos (que incluirán la conservación de la nave principal de la antigua fábrica textil), nuevas vías y viviendas. Pisos que, por una parte, salvarán, en la medida de lo que sea posible, la fachada ya construida de la carretera de la Bordeta y, por la otra, darán vida al triángulo Badal-Parcerisa y a la Gran Vía entre Mossèn Amadeu Oller y la plaza de Ildefons Cerdà.
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