A lo largo de la historia, todo lo relacionado con la alimentación de las personas tiene un destacado componente de género. Hoy en día, en la mayoría de sociedades, las mujeres siguen asumiendo en mayor medida la responsabilidad del trabajo mental y manual del suministro y la preparación de los alimentos, unos trabajos de cuidado cotidianos de los más importantes. La relación de las mujeres con los alimentos construye en gran medida su identidad de maneras profundas y complejas, y a menudo contradictorias —como individuos, familiares, trabajadoras, activistas, o como miembros de sus comunidades—. Las mujeres llevan a cabo la mayor parte del trabajo relacionado con la alimentación, pero están bastante invisibilizadas, controlan pocos recursos y suelen tener poco poder de decisión en la industria y la política agraria y alimentaria. Y, aunque las mujeres han asumido históricamente la responsabilidad de alimentar a los demás, a menudo no se nutren adecuadamente. En Barcelona, por ejemplo, un 8,6 % de los hogares sufren pobreza alimentaria sobre todo en clave femenina. Este 8 de marzo, en el marco de un día que simboliza una historia de siglos en lucha contra las desigualdades de género, queremos visibilizar algunos de los múltiples significados que emanan de la relación mujeres-alimentación y dar visibilidad a tres colectivos que trabajan en este ámbito: Jornaleras de Huelva en Lucha, Ramaderes de Catalunya y DAMES (Dones que Alimenten un Món en Emergència).
El vínculo entre alimentación y mujeres tiene múltiples dimensiones, a menudo complejas y contradictorias entre sí. Su rol en el aprovisionamiento de comida en los hogares, el trabajo productivo que desarrollan dentro de la industria agroalimentaria, el impacto del patriarcado en los cuerpos de las mujeres y, en consecuencia, en su relación con la comida, son solo algunas de las caras de esta relación poliédrica sobre la que, con este artículo, queremos aportar un poco de luz.
Planificar la compra, gestionar la economía, abastecer de alimentos, diseñar menús, cocinar, servir, lavar los platos, alimentar a los animales… Las mujeres son las que, mayoritariamente, se han encargado siempre de la tarea de alimentar a las familias o a las comunidades. Según algunos informes recientes sobre la distribución de las tareas del hogar, las actividades relacionadas con la alimentación las desempeñan, en un 70 % de los casos, mujeres. Este trabajo diario e imprescindible para el sostén de la vida ha sido invisibilizado, igual que muchas otras tareas reproductivas y socialmente necesarias que, históricamente, las desempeñan mujeres.
Así, pues, resulta curioso pensar que, aunque las mujeres siempre han sido responsables de esta tarea en la esfera privada, hasta hace poco era difícil encontrar a una mujer como chef o jefa de cocina en un restaurante de prestigio. Así, es importante, por una parte, poder revalorizar estos tiempos y trabajos invisibles y cotidianos, y, por otra, dar visibilidad a las desigualdades existentes en este ámbito y reivindicar el carácter universal para todos los géneros. También es fundamental destacar todo el conocimiento generado por las abuelas y mujeres y acumulado a lo largo del tiempo, en forma de recetarios, de consejos culinarios o de alimentación basados en la propia experiencia. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué a su abuela no se le pasaba nunca el arroz? ¿Quién no le ha rogado a su tía la receta de aquel estofado tan bueno que nos devuelve a la infancia?
Por otra parte, y aunque la comida se considera un placer, la relación de las mujeres con los alimentos a menudo ha sido problemática, condicionada también, a lo largo de la historia, por la presión de los cánones de belleza imperantes de cada momento, como, por ejemplo, los mecanismos de discriminación y desprecio existentes actualmente ligados a la gordofobia. Especialmente en las sociedades occidentales, las mujeres se sienten presionadas a encajar sus cuerpos en los ideales estéticos dominantes. Según la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia, el 90 % de los casos de personas afectadas por estos trastornos alimentarios son mujeres. La misma organización señala que un 34 % de las jóvenes de entre 12 y 16 años ha hecho dieta en algún momento, según datos de una encuesta realizada en el 2020. Los medios de comunicación y la publicidad vinculada a la moda y la alimentación tienen una gran responsabilidad en esta relación porque perpetúan un modelo de mujer extremadamente delgada que no se corresponde con la diversidad de medidas y formas que hay en el mundo real.
Feminizar y ecologizar el sistema alimentario: tres ejemplos de luchas de mujeres
Ante la tradicional imagen masculinizada del trabajo en el campo, durante los últimos años han surgido varios proyectos y colectivos que reivindican la aportación de las mujeres al desarrollo del sector agroalimentario. Se trata de espacios que recuperan y destacan oficios, el del pastoreo y la agricultura, que están desapareciendo como consecuencia de la creciente industrialización de nuestro sistema alimentario. Ellas defienden un modelo ecológico, más sostenible ambientalmente y que genere unas condiciones de trabajo dignas.
“Somos mujeres, somos ganaderas, somos pastoras, somos madres, somos compañeras y estamos unidas”. Esta es la carta de presentación de Ramaderes de Catalunya, una red virtual de unas cincuenta mujeres pastoras que quiere dar visibilidad al papel de la mujer en el campo, promover el valor del producto de proximidad y cambiar los hábitos de consumo en la sociedad.
“Nosotras nos basamos en el bienestar animal y el respeto por nuestro entorno natural. Nuestros animales están en extensivo y semiextensivo, es decir, son animales que pacen. Eso quiere decir que estamos gestionando el territorio y, de este modo, estamos contribuyendo al sostén de productores y agricultores y a la reducción del riesgo de incendios”, explica Núria Baucells, miembro de Ramaderes. “Queremos huir de la producción industrial porque entendemos que esta está ligada solo a los beneficios económicos, y no a las personas y los territorios. Queremos garantizar que el comercio sea justo, de tú a tú y con proximidad entre los consumidores y nuestro trabajo”, destaca.
En el año 2020 publicaron un mapa interactivo que recoge hasta 35 proyectos ganaderos impulsados o liderados por mujeres. El mapa ofrece una descripción de sus productos y servicios y una vía de contacto. “Nosotras creemos en un mundo igualitario. La mujer ha sido invisibilizada de forma sistemática y queremos explicar que detrás de muchos proyectos hay mujeres que hacen un trabajo muy importante y necesario”, apunta Baucells. Entre ellas, se organizan a través de un grupo de WhatsApp en el que comparten dudas de su día a día y se dan apoyo las unas a las otras. “Es una manera de enriquecernos entre nosotras”, concluye.
Otra de las luchas feministas más visibles durante los últimos meses ha sido la protagonizada por las jornaleras de Huelva, en Andalucía. Salarios bajos, trabajo estacional, falta de atención sanitaria, violencia sexual, imposibilidad de sindicarse, falta de condiciones dignas de vivienda, incumplimiento del convenio… La lista de situaciones de riesgo y vulnerabilidad a las que se ven expuestas estas mujeres es muy extensa. “El primer día de contrato te obligan a firmar unas normas que te prohíben, incluso, hablar con tus compañeros y compañeras de trabajo. También nos imponen castigos si no cumplimos con la lista de productividad, nos amenazan con echarnos, nos gritan… Muchas trabajadoras toman ansiolíticos porque no pueden aguantar la presión con la que se trabaja. La patronal tiene toda la impunidad del mundo para hacer lo que quiera con nosotras”, explica Ana Pinto, portavoz del colectivo. Según datos de Jornaleras en Lucha, el 80 % de los trabajadores del campo de Huelva son mujeres. Denuncian que los grandes empresarios se aprovechan de la vulnerabilidad de las mujeres de los pueblos, totalmente dependientes en el ámbito económico de este modelo de agricultura, y de las trabajadoras que vienen con contrato de origen desde Europa del Este y Marruecos. “Nosotras estamos sosteniendo esta industria, enriqueciendo los bolsillos de unos pocos y facilitando que la población pueda comer. Y aun así, se nos invisibiliza”, prosigue.
Para revertir su situación consideran que es necesario impulsar una nueva reforma agraria, un convenio digno con derechos laborales y mecanismos para garantizar que este se cumple y que contemple la regularización de los trabajadores y trabajadoras migrantes. “Eso sería un hito en el respeto de los derechos humanos y laborales de las personas migradas. También repercutiría en los derechos laborales del resto de trabajadoras porque, una vez estemos en igualdad de condiciones, no podrán amenazarnos con echarnos porque haya alguien más que puede hacer el mismo trabajo que tú por menos salario”, añade Pinto.
No obstante, desde Jornaleras de Huelva en Lucha, van aún más allá en sus reivindicaciones. Denuncian que el modelo de agricultura intensiva actual no solo las explota a ellas sino que también explota los recursos naturales e hídricos de la zona. “Debemos transitar hacia la agroecología. Nuestros pantanos y acuíferos están secos, los humedales se reducen constantemente y la tierra está destrozada por los pesticidas. Es un desastre”, reflexiona Ana Pinto.
DAMES son las siglas en catalán de Dones que Alimenten un Món en Emergències (“mujeres que alimentan un mundo en emergencias”), una plataforma que promueve la construcción colectiva de relatos inauditos en torno a la alimentación mediante procesos creativos y participativos. Se trata de un colectivo de diez mujeres que trabajan profesionalmente en temas de alimentación desde varias disciplinas, vinculadas también a la investigación y el activismo. En el contexto de pandemia decidieron impulsar espacios donde encontrarse y desarrollar acciones que den visibilidad al rol de las mujeres y cómo las mujeres alimentamos el mundo.
“Queremos visibilizar qué significa la alimentación desde la experiencia diaria de las mujeres —que alimentamos el mundo— y que otro mundo puede emerger a través de nosotras y de nuestras experiencias en relación con la alimentación. Queremos llenar las redes de la alimentación ‘invisible’ poniendo en juego nuestra propia experiencia y nuestros cuerpos, para subvertir las imágenes idealizadas y desnaturalizadas sobre la alimentación sostenible y reemplazarlas con experiencias reales que muestran el poder transformador de la alimentación en nuestras vidas, los territorios y el planeta”, explica Marta Pons, miembro de DAMES.
Su proyecto inicial es La Fototeca, un proceso fotoparticipativo para destacar la perspectiva de género y los cuidados en el relato de la alimentación sostenible. A través de varias sesiones de investigación-acción participativa en grupos focales de mujeres con perfiles diversos (en colaboración con el colectivo Ruido Photo), explorarán cuáles son los mensajes clave que deben incorporarse al relato de la alimentación sostenible y cuáles son las imágenes y los datos reales que los representan. “El papel de las mujeres en la alimentación, como en otros ámbitos, está invisibilizado. Nos reivindicamos en este rol clave para el impulso de transiciones ecosociales al servicio de la vida y del planeta, especialmente en la defensa de la alimentación como derecho universal, así como de otras luchas por los derechos esenciales como son la energía, la vivienda, el aire y el agua”, añade Pons.
Las sesiones de trabajo de este proyecto tienen como pistoletazo de salida la semana del Día Internacional de la Mujer Trabajadora y culminarán con una exposición de gran formato en el marco de la Semana de la Alimentación Sostenible en octubre del 2021.
* Fotografía de Anna Anchón.