Emociones y relaciones afectivas y/o sexuales:
¿cómo comunicamos lo que sentimos?
Otro aspecto fundamental es la comunicación emocional. Todo lo detallado hasta este punto está relacionado con las emociones, que son centrales a la hora de preguntarnos qué tipo de relaciones queremos.
- ¿Cuántas veces he sentido o expresado rabia en vez de otras emociones?
- ¿Cuántas veces esta rabia se ha convertido en un grito o un golpe a la pared?
- ¿Cuántas veces la han sufrido personas cercanas o nuestra pareja?
Frases como “los niños no lloran” ejemplifican un proceso de socialización que determina las emociones y la forma de expresarlas de los hombres. Se pueden encontrar infinidad de ejemplos donde la emoción se ridiculiza o se menosprecia a favor de la racionalidad y el pragmatismo o momentos en que dar un golpe a la pared nos parece una expresión válida de la emoción. Evidentemente, si la expresión de las emociones está penalizada, será mucho más difícil expresarlas en el espacio público y compartirlas con otros hombres. Relegar la emocionalidad a un segundo nivel implica no compartir los sentimientos o hacerlo sólo en el ámbito privado, lo que a veces puede sobrecargar las personas del entorno más cercano o bien generar confusiones: “como que no puedo expresarlo fuera de casa, lo expreso en casa, aunque no sea el lugar adecuado ni tenga nada que ver con el origen de lo que me pasa, pero que no puedo expresar en ningún otro sitio”.
El proceso de socialización masculina provoca que muchos hombres vivan alejados de sus propias emociones o perdidos a la hora de encontrar formas y canales para expresarlas. La falta de herramientas, recursos y espacios donde gestionar las emociones libremente lleva a muchos hombres a expresarse a través de la rabia, ya que es la emoción que la sociedad ha considerado y considera más propiamente masculina. La rabia es una emoción a veces necesaria pero a menudo sustituye otro abanico de emociones muy amplio y rico. Por desgracia, en muchas ocasiones la rabia convive con la agresividad y la violencia y, por lo tanto, puede hacer daño a otras personas o incluso a uno mismo.
¿Cuántas veces he sentido o expresado rabia en vez de otras emociones? ¿Cuántas veces esta rabia se ha convertido en un grito o un golpe a la pared? ¿Cuántas veces la han sufrido personas cercanas o nuestra pareja?
Si la respuesta a las preguntas anteriores es que la rabia es la manera que tenemos para expresarnos y que la utilizamos con las personas más cercanas, debemos solucionarlo y buscar alternativas para expresar lo que nos pasa. Debemos encontrar canales que nos permitan gestionar las emociones que se mueven en el ámbito de las relaciones afectivas y sexuales sin recorrer a la violencia.
- ¿Dónde hablo de lo que siento?
- ¿Es para mí un sobreesfuerzo o me parece una tontería?
- ¿De qué hablo con mis amigos hombres?
- ¿Soy capaz de expresar con respeto lo que siento cuando hablo con la persona con quien mantengo una relación?
Frente a este aprendizaje tan limitado de la expresión de las emociones, debemos potenciar un nuevo proceso de aprendizaje del lenguaje emocional para no tapar lo que nos sucede con la rabia y para poder identificar los sentimientos y las necesidades. Este proceso nos permitirá construir relaciones más sanas y sinceras. Esta escuela de las emociones, que dura toda la vida, no sólo puede generar una resolución de conflictos sin violencia sino que también puede aportar mucha felicidad a los hombres que decidan iniciar este proceso. De hecho, encontramos cada vez más hombres que quieren relacionarse de una forma más saludable y positiva con sus emociones.
Conocer nuestras emociones y perder la vergüenza a expresarlas es algo que permite vivir la vida de forma más intensa y rica. Saber estar triste y aceptarlo, gestionar la frustración ante lo que no se puede lograr, reconocer el miedo en determinadas situaciones y un largo etcétera, es una cara de la moneda, que permite vivir de forma intensa y respetuosa con los demás. En el otro lado de la moneda se encuentra la satisfacción de haber hecho algo bien, la alegría de compartir momentos con gente querida, etc.
¿Dónde hablo de lo que siento? ¿Es para mí un sobreesfuerzo o me parece una tontería? ¿De qué hablo con mis amigos hombres? ¿Soy capaz de expresar con respeto lo que siento cuando hablo con la persona con quien mantengo una relación?
Seguramente en la respuesta a estas preguntas aparece una falta de comunicación emocional, resistencias para afrontar las emociones y hacerse responsable de ellas, o una falta de herramientas para poderlo hacer. Vale la pena replantearse cómo expresamos lo que sentimos porque el silencio perjudica a terceras personas y sobre todo porque son las emociones las que nos permiten tener relaciones plenas. La gestión emocional es un pilar fundamental de relación con los demás.