Varios episodios históricos, algunos de difícil explicación, han favorecido que un espacio agrícola disponga de un patrimonio gótico más propio de las urbes medievales

Extraída de su contexto histórico y convertida en un monumento, la historia de esta portalada gótica nace en el Raval de Barcelona, concretamente en el siglo XIII en la iglesia del Convent del Carme.

Durante la primera mitad del XIX el convento fue destruido y este arco apareció abandonado lejos de allí, en la masía de Can Tondo, junto al río. La masía fue derribada en 1968 y el arco quedó aislado como una decoración más del borde de la autopista, pero al hacer la ronda Litoral en 1991, se restauró y se trasladó a donde está ahora.

Liberalismo e iglesia

La destrucción del convento tuvo lugar con la Bullanga de 1835. Entonces, el asesinato en Reus de un grupo de liberales coincidió con una corrida de toros en el Torín, en la Barceloneta, con siete toros demasiado mansos. Ambos hechos son aparentemente inconexos, pero juntos hicieron estallar un tumulto inusitado.

Con el objetivo de atacar el poder social y económico de la iglesia, que se había declarado contra el liberalismo, las turbas quemaron monasterios y conventos, entre ellos el del Carme, que quedó en escombros. La desamortización de Mendizábal de 1836 la acabó de condenar y no quedaron muchos más elementos que esta portalada.

Misterios de la historia

Como apareció esta portalada en Can Tondo, en Sant Adrià, es un misterio del que una leyenda popular habla de duelos a muerte y promesas incumplidas del siglo XIX. Sea como fuere, el arco se salvó de la destrucción total, y desde 1997 se alza en un espacio muy relevante donde ha adquirido un nuevo significado como puerta de entrada a Sant Adrià de Besòs y símbolo de identidad.