En su función del corazón del barrio, este emblemático espacio público siempre ha tomado el pulso popular y se ha ido transformando para adaptarse a las costumbres vecinales

Cuando el edificio actual se inauguró en 1968, fue todo un evento social. De diseño arquitectónico propio del tardofranquismo, reflejaba la importancia del comercio local en la vida comunitaria, y ya desde el inicio se convirtió en un punto de encuentro vecinal donde se podían hacer las compras diarias con comodidad compartiendo la experiencia con el resto del vecindario.

A lo largo de los años se ha ido adecuando a los hábitos de consumo y a los requerimientos sociales. A finales del siglo pasado se modernizó para ofrecer una experiencia de compra más eficiente, y ya en el siglo actual ha sido objeto de una amplia remodelación para dotarlo de comodidades y servicios modernos preservando el encanto histórico que tanto lo ha caracterizado a lo largo de los años.

Mercado consolidado, comercio de proximidad

Justo al límite del municipio de Barcelona, su proximidad con Sant Adrià de Besòs lo convierten en un elemento vital e imprescindible de la vida comunitaria entre las dos ciudades. La combinación de historia, arquitectura y vitalidad comercial cose como pocas otras cosas dos entornos separados por una línea administrativa que las relaciones sociales borran hasta hacerla desaparecer.

Denominación cardinal, marca temporal

Este edificio debía satisfacer las necesidades alimentarias de las muchísimas familias que llenaban el nuevo polígono de viviendas, y tan simbiótico fue con su entorno urbano que incluso adoptó su nombre. Llegada la democracia, llamarse “Mercado del Suroeste del Besòs” se consideró demasiado connotado, y perdió el complemento cardinal para adoptar un mucho más cercano Mercado del Besòs.