Aunque ahora ya es un puente actualizado, el punto de conexión entre los dos cauces mantiene el nombre del molino que había en el lado de Santa Coloma

La voz popular sugiere que la primera pasarela de tablones fue una propuesta del empresario Ignasi Sala para facilitar la llegada de las personas trabajadoras a su fábrica. Fuera de quien fuera la idea, durante décadas el río se tuvo que atravesar por un puente rudimentario de poco más de un metro de ancho que durante años ni siquiera tuvo barandilla.

El nombre proviene de un pequeño molino que había en el margen de Santa Coloma, el molino d’en Tristany, y se hacía un uso intensivo porque acortaba mucho la distancia entre las dos orillas. No solo para acceder a las fábricas sino también para ir a los mercados de Santa Coloma y Sant Adrià, lo que lo convirtió en un potente dinamizador económico y comercial.

Crecidas y destrozos

El Besós es un río torrencial de una pendiente alta que arrastra gravas cuando hay precipitaciones intensas de corta duración que provocan crecidas repentinas. Las crecidas, llamadas besossades, tenían suficiente fuerza como para que en cada riada fuera necesario reconstruir la pasarela.

La vieja pasarela de madera entre el Bon Pastor y el arrabal de Santa Coloma tuvo una sustitución de hormigón en 1978, y mantuvo la denominación en recuerdo al viejo molino.

Unos tablones salvadores

La conectividad ha sido imprescindible en el desarrollo de las sociedades, también en el Besòs durante los años de crecimiento demográfico. Por eso la urgencia de facilitar el cruce del río aunque fuera con un precario puente de tablones que tardó demasiadas décadas en convertirse en un puente moderno.