Se trata de aparatos sencillos que emiten una alarma acústica cuando detectan humo, en una etapa muy inicial del fuego. De esta manera, permiten actuar inmediatamente llamando al teléfono de emergencias 112 y llevar a cabo acciones de autoprotección.
Para que sean efectivos, hay que instalarlos en el techo, separados de las paredes y tan centrados como sea posible. Es recomendable colocar los detectores de humos en el pasillo o el distribuidor que da acceso a las habitaciones, así como cerca de la salida de la cocina y allí donde cargas las baterías de aparatos eléctricos, como patinetes y bicicletas. Cuantos más pongas, más protección tendrás.
En cambio, se tiene que evitar situar los detectores de humos en el techo de la cocina o del baño o cerca de aparatos calentadores, ya que el vapor de agua o los cambios bruscos de temperatura pueden provocar falsas alarmas.
Instalarlos es muy fácil, ya que no hay que hacer ningún tipo de obra, porque funcionan con batería o pilas. Solo hace falta verificar periódicamente el funcionamiento del aviso acústico presionando el botón de prueba del detector y seguir las instrucciones del fabricante.
Otra ventaja de esta medida de prevención de incendios es que los detectores de humos son relativamente económicos y se pueden encontrar en ferreterías y grandes almacenes a partir de 10 y 15 euros.