La percepción del paso del tiempo durante la pandemia

15/04/2021 - 08:35 h

Hace más de dos siglos que los científicos intentan averiguar cuáles son los factores que determinan la percepción subjetiva del paso del tiempo. La pandemia ha supuesto una oportunidad para investigar y profundizar.

 

Hace más de dos siglos que los científicos intentan averiguar cuáles son los factores que determinan la percepción subjetiva del paso del tiempo. En esta materia, como en tantas otras, la pandemia ha supuesto una oportunidad para investigar y profundizar en la percepción de cómo transcurre el tiempo. Según los científicos las reacciones emocionales servirían como unidad de medida del tiempo.

Tal y como se puede leer en el artículo, que se enlaza, de Joe Dawson y Scott Sleek publicado en la web de la Association Psychological Science, son varias las investigaciones que se están llevando a cabo sobre la percepción del paso del tiempo. El neurocientífico Warren H. Meck de la Universidad de Duke, concluyó que una gran red neuronal es la base del procesamiento del tiempo. Un grupo de neurocientíficos europeos, incluido el premio Nobel, Edvard Moser, están estudiando las regiones cerebrales específicas que afectan al cronometraje subjetivo del tiempo. Paralelamente, desde diversas universidades, se están llevando a cabo estudios psicológicos focalizados en el papel esencial de las emociones en la percepción del transcurso del tiempo.

En general la felicidad, la alegría, el placer, la belleza, la recompensa, el logro de objetivos, etc., provocan la experiencia de flujo de tiempo, una distorsión del sentido del tiempo que genera la sensación de que el tiempo pasa más rápido. En cambio, el miedo, la angustia o el dolor, ralentizan esta sensación. Dado que las emociones siempre son subjetivas, una misma experiencia puede parecer más lenta a una persona que a otra. Es decir, no es la experiencia la que determina la percepción del tiempo, sino la emoción derivada de la experiencia vivida por cada persona.

Rafael Román Caballero, investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la misma Universidad, en el artículo enlazado «El tiempo en pandemia, ¿pasa más lento o más rápido? Publicado en The Conversation, explica el modelo neurocientífico que plantea las reacciones emocionales como unidad de medida del tiempo. «Las emociones producen cambios subjetivos y corporales, como en la tensión de los hombros o en la respiración, que ayudarían al cerebro a reconstruir temporalmente el evento. « Según este modelo las situaciones de alta intensidad emocional provocan muchas sensaciones en muy poco tiempo, lo que hace ralentizar la percepción del paso del tiempo. En cambio, los periodos en los que vivimos pocos acontecimientos relevantes suelen pasar más rápido.

El investigador explica que las personas que han mantenido una rutina social placentera durante confinamiento, o han tenido una carga de trabajo más importante, han podido desviar la atención sobre el curso del tiempo, y por tanto la percepción ha sido de más fluidez. En cambio, para aquellas personas que han sufrido ansiedad, angustia y/o depresión, el tiempo ha pasado mucho más lentamente.

Durante el tiempo de confinamiento domiciliario, Ruth S. Ogden, investigadora y profesora de Psicología de la Universidad de Liverpool, lideró un estudio para determinar cómo afectaba a la percepción del paso del tiempo durante el confinamiento en el Reino Unido. Las conclusiones a las que llegaron es que las medidas de distanciamiento social han distorsionado la sensación del transcurso del tiempo, y que esta distorsión varía en función de la edad, el nivel de satisfacción personal con la interacción social, el estrés o la sobrecarga de tareas. El estudio reabre el debate sobre la importancia de la edad en la determinación de la brecha entre el tiempo realmente transcurrido y su vivencia. El resumen de dicho estudio se puede leer en la web PLOS ONE, enlazada en este artículo.

Será necesario que pasen años para mirar atrás y comprobar cómo la pandemia ha quedado grabada en la memoria, y saber de qué manera el cerebro reconstruye la vivencia, teniendo claro que en gran medida dependerá de la intensidad de las emociones vividas durante este tiempo.