Historia y trayectoria

Barcelona, como toda comunidad humana, tiene unas necesidades hídricas que se han hecho patentes a lo largo de su historia. Tal como se explica en el libro L'aigua de Montcada. L'abastament municipal d'aigua de Barcelona. Mil anys d’història (El agua de Montcada. El abastecimiento municipal de agua de Barcelona. Mil años de historia) de Pere Conillera y editado por el Ayuntamiento de Barcelona, existe una constante histórica en el sentido que, desde sus orígenes, los barceloneses y barcelonesas han buscado el agua lejos de sus hogares, para transportarla hasta las calles y plazas de la ciudad.

Durante la dominación romana, Barcelona disfrutaba de, como mínimo, dos acueductos que conducían las aguas de las fuentes de los alrededores hasta las termas y baños de la ciudad. Según parece, las aguas provenían del río Besòs. Desde la época romana hasta a la Baja Edad Media pocas cosas se saben sobre cómo se proveían de agua los barceloneses y barcelonesas, si bien el recuerdo de la existencia de muchos pozos, presentes todavía en el nomenclátor de las calles de la ciudad, hace pensar que el agua del subsuelo fue suficiente para las necesidades de los ciudadanos.

En L’aigua de Montcada se detalla cómo a mediados del siglo X el conde Mir, o Miró, hizo construir una acequia para la conducción del agua del próximo río Besòs hasta el recinto de la ciudad. Esta acequia, conocida como Rec Comtal o Séquia Comtal (acequia condal), ha configurado el paisaje urbano durante mil años y todavía hoy, en algunos parajes de Nou Barris y Sant Andreu, pueden verse pequeños tramos, muy deteriorados, que recuerdan su existencia.

En el año 1025 el conde Berenguer Ramon I concedió los derechos sobre el Rec a la ciudad de Barcelona y en 1263 los frailes predicadores del convento de Santa Caterina canalizaron, por concesión real, un caudal de agua para el aprovisionamiento de sus dependencias. Pero el verdadero inicio de lo que puede llamarse abastecimiento público empezó en 1313, cuando llegaron a las calles de la ciudad las aguas de las fuentes de Montjuïc y, más tarde, en 1347, las de las fuentes de Collserola. Poco a poco, creció todo un sistema de distribución con instalaciones subsidiarias como cañerías, repositorios, respiraderos, torres de nivel, fuentes, etc. y que contaba con un encargado o maestro de fuentes.

En 1356 se inauguró la fuente de Sant Jaume; un año más tarde la de Santa Anna, en el cruce entre las calles de los Arcs y de Cucurulla, a las que siguieron las fuentes de Fiveller, en la plaza de Sant Just, y la de Santa Maria del Mar.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, las repetidas épocas de sequía y el aumento considerable de las necesidades hídricas de la ciudad llevaron a la decadencia de todo este complejo hidráulico que se había formado a lo largo de tres siglos y surgió la necesidad de buscar nuevos caudales que satisficieran las exigencias de la evolución urbana; se realizaron nuevas propuestas para traer las aguas del Llobregat a la ciudad.

En 1650 destacó la gran tarea realizada por Francesc Socies, maestro de casas y de fuentes, la cual quedó reflejada en el manuscrito Llibre de les fonts de la present Ciutat de Barcelona compost per Francesch Socies mestre de cassas y de las fonts de la present ciutat en lo any de 1650 que él mismo redactó y que se conserva en el Instituto Municipal de Historia de la Ciudad. Según este manuscrito, del siglo XIII al XVII, en la ciudad de Barcelona se configuró una red de abastecimiento de agua potable procedente de la cordillera de Collserola. Más adelante también se estudió la conducción de aguas del río Ter al Besòs y las del Llobregat hasta la capital catalana.

Durante los siglos XVIII y XIX, cualquier iniciativa pública en materia de aprovisionamiento de aguas potables se limitaba al ámbito del río Besòs, y más concretamente a las posibilidades de la Séquia Comtal y de los pozos de Montcada. Por ejemplo, en 1825 tuvo lugar la construcción del acueducto bajo de Montcada; en 1866 apareció la primera Ley de Aguas; en 1879 se construyeron nuevos pozos en Montcada; en 1885 Gabriel Faura solicitó a la administración central autorización para traer caudales del río Noguera Pallaresa y otros, y en 1891 se aprobó el proyecto de construcción del acueducto alto de Montcada.

A principios del siglo XX se creó la Comisión para el Abastecimiento de Agua de Barcelona, mientras que en 1914 la epidemia de fiebre tifoidea obligó a cerrar el agua de Montcada. Cuatro años más tarde, se renovó la red de distribución y se inició la cloración, y de 1935 a 1945 se sustituyeron las bombas de los pozos. A mediados del siglo XX tuvo lugar la concesión de un caudal de agua superficial del río Llobregat a la SGAB y en 1964 se conectó la Trinitat con las instalaciones de la SGAB y se colocó un contador para poder disponer de agua en caso de avería. Al mismo tiempo, con motivo de la nevada que provocó la falta de corriente eléctrica, funcionaron por última vez las máquinas de vapor de las instalaciones de Montcada, y el 25 de septiembre de 1965 se suprimió definitivamente el suministro de agua procedente del Rec Comtal.

En el año 1968 llegó a Barcelona el agua del Ter captada en el complejo hidráulico Sau- Susqueda-El Pasteral y tratada en Cardedeu y en 1970 las electrobombas de los pozos fueron sustituidas por bombas sumergidas. En 1988 se iniciaron los cierres parciales, por sectores, del agua procedente de los pozos de Montcada y en 1989 tuvo lugar la supresión definitiva del abastecimiento de aguas de Montcada, que había perdurado casi tres siglos y que tuvo su máximo esplendor durante el siglo XIX.