Comercio

La propuesta de este restaurante, con el chef Sergey Vinogradov al frente, brilla por su atención a la calidad, los detalles y la búsqueda constante de combinaciones únicas de sabores y texturas. Cada una de sus creaciones tiene una historia detrás que sorprende, y acerca a la mesa los mejores productos autóctonos, en platos en los que su autor apuesta por la innovación y las tendencias, pero conservando la esencia de la cocina tradicional. En la carta se pueden encontrar desde unas olivas sicilianas a un tartar de vaca al estilo asiático acompañado de pepino marinado, un tataki de atún bluefin al toque de sésamo, un filete de salmón con puré de lombarda, el magret de pato con zanahoria baby y mandarina caramelizada con miel o unas vieiras con bimi y salsa de cebolla. Ambiente refinado y servicio perfectamente orquestado.

Uno de esos restaurantes de barrio que permiten darse homenajes cotidianos, frecuentado por vecinos de la zona del Turó Park, que saben que en los dominios del chef Ricardo Cistare no resulta difícil encontrarse con amigos, conocidos y saludados, que diría Josep Pla. De trato cercano y muy por la labor de complacer a su clientela a diario, Cistare propone tapas, platos de cuchara –pidan los garbanzos de pagès Chichu’s–, y otras elaboraciones que hacen llorar de felicidad. Las raciones son generosas, ergo ideales para compartir. Trabaja productos de temporada, pescado y marisco que llegan de la barca a la mesa (mejillones de roca estilo Chichu’s), carnes como la tagliatta con salsa Café de París, y postres irresistibles (chucho de crema bañado con chocolate). La terraza es un valor añadido.

Ya sea por su propuesta gastronómica, su singular diseño interior, su manera de atender a la gente –si algo tenía claro la pareja propietaria era tratar a sus clientes como les gustaría ser tratados a ellos–, o por todas estas razones a la vez, se ha convertido en un punto de encuentro muy tenido en cuenta en Sarrià. Bartreze es ideal para desayunar en un entorno tranquilo, disfrutar del vermut, comer algo rápido y rico al mediodía –existen tres fórmulas express con dos opciones a elegir cada una–, sentarse a media tarde en su patio con arena de playa y dejarse seducir por un gintonic –la carta de ginebras supera las 200 referencias, a elegir con el asesoramiento de la campeona del concurso internacional de gintonics, un lujo–, y cenar unas ostras y un surtido de ibéricos, quesos o ahumados, acompañados de un vinito. Abierto todo el año. 

Patrimonio del distrito y de la ciudad, con una historia centenaria, demuestra que pese al irremediable paso del tiempo, la gastronomía popular sigue despertando interés y proporcionando placer. Con la fotografía en blanco y negro del fundador presidiendo el local, hoy en manos de Antonio Betorz y su hijo, continúa destilando un ambiente de antaño, y reúne, tanto en la barra como en las mesas y en la terraza, a gente de todas las edades. La clientela es testigo del trajín de los camareros, que van de aquí para allá sirviendo su principal reclamo y un referente en Barcelona: las patatas bravas, que han sido, incluso, material literario. Peladas y cortadas a máquina con la irregularidad propia de los cortes hechos a mano, y con el dorado que ofrecen el aceite de oliva y el tiempo perfecto de fritura después de pocharlas. Tiernas por dentro y crujientes por fuera, a degustar con allioli casero y un aderezo picante de receta secreta. Y junto a esta archiconocida especialidad, platos combinados con bravas como guarnición, y tapas como las empanadillas de bonito cocinadas de una manera especial, o las anchoas traídas desde el mar Cantábrico.

Referente en Sants desde 2016, cuando su artífice, Jordi Ibáñez, decidió emanciparse del emblemático Bar Bodega Salvat, del que fue socio, y abrir su propio local, que se ha convertido en un espacio de reunión y cohesión del barrio. Como puede deducirse por el nombre, la anchoa –de primera– es su producto estrella. Cuando empieza la temporada, Jordi prueba las de todos los proveedores que tiene en el Cantábrico, escoge su favorita, compra para todo el año y dedica muchas horas a su limpieza. También despacha otras especialidades, como el Juanjo (patatas chips con piparras y salsa de vermut), patates collonudes, bombas, lacón, elaboraciones clásicas –rabo de toro, callos, carrillera de ternera…–, recomendaciones del día como los pulpitos a la americana o las albóndigas con trufa, setas y reducción de crema de aguardiente, y desayunos de tenedor. Trato amigable y música punk-rock. Admiten perros. 

En Sants desde 1939, primero como bodega de vinos a granel que atendía a trabajadores de las fábricas del barrio, y después también como casa de comidas, cuya esencia tradicional ha conservado. Manteles de cuadros, vigas de madera, cocina a la vista, ristras de ajos y pimientos, fotografías de comensales célebres. Los dos hijos de Marina, alma mater de este local histórico, han cogido el relevo. Ofrecen tapas clásicas, bocadillos, y platos caseros de mercado y excelente nivel gastronómico, que han venido satisfaciendo a los gourmets más exigentes. Caracoles, suculentos callos, sardinas en escabeche, trucha rellena, fricandó, carrillera de cerdo… En temporada destacan las elaboraciones con setas (los hermanos Bartolí son grandes aficionados a salir en su búsqueda). Populares desayunos de tenedor y un extenso menú al mediodía, con más de una decena de primeros y otros tantos segundos a elegir. 

Desde su apertura hace siete años, su cocina hermana el estilo mediterráneo y las tradiciones árabes, con tapas y raciones de aquí como las gildas y las sardinas ahumadas, recetas argelinas como el tagine de ternera y el cuscús con salchichas de cordero, y platos fusión como las albóndigas aderezadas con comino. La terraza es estupenda para hacer el vermut, y a tal fin cuentan con fórmulas como la Marranadeta, que incluye patatas con mejillones y aceitunas. La propietaria se desdobla entre el sector de la producción audiovisual y el de la restauración, y con Juan, el encargado del local, se puede tener una amena conversación sobre cine. También llevan la gestión del restaurante que hay dentro de la Hípica Foixarda y lo han llamado Petit Hípica.

Hamburguesería familiar, ganó el concurso Mejor Hamburguesa de Barcelona con su Doble Bacon Cheese Burger, de estilo smash y con una combinación de ingredientes clásica e infalible, que convive con otras, y con el bocadillo La Porca, en la carta. Sus bravas, con legión de adeptos, las sirven con porchetta asada y dos salsas caseras –tomate con chipotle, ahumada, y mayonesa suave de ajo confitado–. Además tienen platos para disfrutones, como las Patatas Estrelladas (acompañadas de salsa de yema de huevo con trufa, bacon crujiente y queso cheddar madurado rallado), la Ensaladilla Murciana, Mister Pollo Frito y el Tartar Roll de Fuet. Y para rematar, un postre, dicen, “muy cerdo”: la Bacon Cookie (galleta de mantequilla y pepitas de chocolate con toque de sal, salsa de caramelo salado, helado de vainilla, trozos de galleta caramelizada y bacon crujiente con sal Maldon). 

Su nombre lo indica: en esta taberna contemporánea ofrecen platos típicos actualizados del norte y del oeste de la península, regiones de las que proceden sus dos chefs; la cocina gallega y castellana que les representa, en la ciudad que les acoge. Un coruñés y un salmantino, suman 25 años de experiencia y credenciales como Tapas 24 de Carles Abellan –donde se conocieron–, el triestrellado Akelarre de Pedro Subijana o el restaurante de Karlos Arguiñano. Fórmula única de menú degustación que varía con la temporada, elaborado con ingredientes frescos de proximidad. Para hacerse una idea: buñuelo de cocido, mar y montaña, moluscada con panna cotta de algas, caldeirada de pescado, cochinillo con pepino y limón, tarta de Santiago versionada… Y para acompañar vinos naturales. Cocina abierta para no perder detalle.

Los productos frescos del vecino Mercat de Hostafrancs, seleccionados por el propio chef, marcan la carta, las sugerencias del día y el menú de mediodía de cocina de temporada. Del mercado procede, por ejemplo, el salmón ahumado para la ensalada de aguacate, pipas y pulpa de mango, y el bacalao, que servirán en esqueixada, a la catalana, con samfaina, curado en carpaccio o en una de sus especialidades, con muselina de almendras. A destacar la zarzuela, difícil de encontrar en muchas minutas, y los diversos platos de pies de cerdo –a la parrilla, gratinados con allioli, en zarzuela, al gusto (con almejas, caracoles, gambas)…–. El restaurante se distribuye en dos niveles y tres salones intercomunicados, uno de ellos fácilmente convertible en comedor privado para diez personas. De martes a sábado abre a las 9 de la mañana con desayunos de tenedor.