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LA ENTREVISTA | Paula Santos: “Somos utilizadas por un sistema capitalista para seguir generando economía”

Con motivo del 25N, Día Internacional de la violencia machista, conversamos con Paula Santos sobre las violencias que sufren las trabajadoras del hogar y los cuidados, un trabajo mayoritariamente ejercido por mujeres migradas.

Paula Santos llegó de Honduras a Cataluña en diciembre de 2007. Des de que llegó se dedicó al trabajo del hogar y los cuidados. Ahora está sin trabajo. No está en el paro porque no tiene derecho a ello.

¿Cuándo llegaste a Catalunya, cómo te recibió?

Venía con un falso imaginario que decía que aquí estaba todo bien, que había trabajo y que era diferente. En la práctica, en el contexto de la sociedad, me encontré con una dificultad a la hora de acceder a los espacios públicos; con muchas políticas del miedo donde la gente hacía referencia al hecho de que era una persona que estaba en un lugar equivocado y que no tenía derechos por no tener documentación.

¿Habías trabajado antes en el sector del hogar y de los cuidados?

Remunerado no, pero en mi país trabajaba en mi casa, cuidando a mi padre y de mi hija. O sea, trabajo del hogar y de los cuidados siempre, pero sin ser remunerado. En Honduras, mi familia y yo nos dedicamos al comercio.

¿Cómo viviste el confinamiento en Barcelona?

Me permitieron hacer el confinamiento y no dejé de ganar el sueldo. Pero es una de las pocas familias que sé que hacen esto. Este privilegio en relación a otras compañeras, me permitió volcarme más al trabajo voluntario que hacemos desde la asociación Mujeres Migrantes Diversas para poder acompañar y buscar los recursos necesarios para apoyar a las compañeras en el pago del alquiler o en la compra de alimento.

A nivel personal, aumentó el trabajo de gestión: hablar todos los días por teléfono, mandar correos, dar charlas para presentar lo que hacemos… y así fuimos construyendo sinergias para poder atender a muchas mujeres que en ese momento estaban en una situación de extrema vulnerabilidad, por el hecho de no tener documentación y por todas las desventajas que encontramos en estos trabajos precarios. A muchas les pidieron que se quedaran de internas, a otras valiéndose del contexto en el que estaban, aprovecharon para bajarles el sueldo…

¿Qué es la Asociación Mujeres Migrantes Diversas?

Somos una asociación feminista, comunitaria, LGTBI, antirracista y antripatriarcal. Un espacio de empoderamiento, donde nos autorganizamos. Nos motivamos en comunidad para desaprender y desprendernos de aptitudes y actitudes patriarcales para transformar las formas de correlacionarnos. Nos encargamos de recuperar nuestro territorio – cuerpo, fortaleciendo nuestros conocimientos originarios, profesionales y nuestros derechos humanos, para transformar en comunidad tejiendo redes y creando sinergias para un buen vivir. Todo esto comienza desde todos los ejes que nos atraviesan y nos oprimen en una sociedad donde se supone que hay una democracia y derechos.

Dentro de toda esta autorganización también está la articulación estatal. Se ha creado el primer sindicato de trabajadoras del hogar y los cuidados (SINTRAHOCU), para hacer incidencia política a nivel estatal.

¿Cómo os organizasteis en la asociación durante el confinamiento?

Nosotras ya veníamos trabajando desde antes del confinamiento de una forma muy compleja, porque la situación de las mujeres lo es: compañeras que tienen que estar de internas, que no tienen documentación… pero a través de las redes, hemos aprendido a auto organizarnos para estar en continua comunicación. Y a partir de ahí, tomar decisiones de una forma horizontal, en consenso con todas.

Y aparte de eso, trabajamos desde el cariño, desde la confianza entre las compañeras, entre el sentido de lo que es la organización, el sentido de las prácticas que intentamos promover. Somos diferentes, pero hay cuestiones que tenemos decididas. Y una de ellas es el de ser proactivas, solidarias…

Cuando nosotras nos auto organizamos, pensamos en las historias que cada una hemos pasado e intentamos que no les pase a otras mujeres, para que no queden expuestas a una exclusión social total.

Justamente durante la pandemia se ha visto la amplia presencia de población migrada en varios de los servicios que se han reconocido como “esenciales”.  El reconocimiento del servicio esencial que ha tenido el ámbito de los cuidados, ¿crees que puede impulsar una mejora de las condiciones laborales?

Si partimos de una concientización de la sociedad, creo que sí que podemos seguir incidiendo y alcanzar una mejora en cuanto al trabajo del hogar y los cuidados, o en sí en toda el área de los cuidados a las que nos dedicamos, porque durante la pandemia ha tenido una amplia visibilización.

Esta pandemia ha permitido que se visibilice todos esos momentos en los que las trabajadoras de los cuidados estamos presentes. A partir de ahí, nosotras hemos aprovechado para seguir denunciando toda la vulneración de derechos que hay dentro de estos espacios, donde nosotras migramos como decía antes, con falsos imaginarios. Y cuando llegamos nos encontramos lo que hay, y ya no hay vuelta atrás. Entonces tenemos que trabajar contra unos estereotipos, contra la vulneración de derechos…

¿Qué tipo de violencias existen y sufrís las trabajadoras de este sector?

Estamos muy expuestas, muchas veces a acosos, a abusos sexuales, a maltratos psicológicos y chantajes emocionales, utilizando nuestra mochila migratoria. También está el maltrato en cuanto a la alimentación, porque muchas veces a las compañeras se les niega la comida o el simple hecho de que entre trabajo y trabajo, a veces no permiten que se coma.

Hay una vulneración de derechos que para nosotras es como que estuviese avalada por el mismo sistema por carecer de una regulación. No hay algo que garantice que a una trabajadora del hogar y los cuidados se le estén garantizando sus derechos laborales.

También hay despidos improcedentes. Hay compañeras que las han despedido en la madrugada, otras al comenzar la noche… En mi caso, yo renuncié respetando la ley, avisando quince días antes. Entonces, a los quince días ya había planificado que al fin de mes me iban a pagar mi sueldo. Al haber renunciado, no me permitieron terminar los quince días, sino que sólo me dejaron una semana más en el trabajo y me dijeron un jueves que al día siguiente me tenía que ir. Me despidieron y salí de la casa con 80 euros.

En este camino nos damos cuenta de la vulnerabilidad a la que nos someten, por el hecho de que no existen estas herramientas de las que tengamos conocimiento. Por ejemplo, en mi caso yo no tenía conocimiento que podría haber denunciado y que tenía derecho al finiquito.

Al final son cuestiones que están muy enraizadas desde las estructuras del sistema, como la feminización del trabajo del hogar y los cuidados, el racismo estructural e institucional. Tenemos la irregularidad de la Ley de Extranjería, donde te solicita que estés regular en un país, pero la misma Ley hace que estés invisible durante tres años para poder acceder a eso.

También, por ejemplo, en la Seguridad Social el trabajo del hogar y los cuidados, siendo una labor tan importante y esencial, está dentro de un régimen especial, que no nos permite acceder al paro ni a las garantías necesarias de las cuales goza un trabajador que está en el régimen general.

Todavía estoy esperando saber si me aprueban o no el Ingreso Mínimo Vital. Tampoco tengo conocimiento que les haya llegado a las compañeras.

Participamos en una sociedad donde desde el minuto uno, sin documentación, formas parte de ese motor económico, porque pagas impuestos y participas económicamente de un lugar, pero para garantizarte tus derechos, ya no nos reconocen como personas que participamos en la sociedad donde estamos.

¿Estas irregularidades / violencias se han acentuado durante la pandemia?

Para mí están acentuadas desde antes. En todo caso, se han hecho más visibles.

¿Crees que la visibilización de las violencias que sufrís las trabajadoras del hogar y los cuidados puede impulsar una mejora de las condiciones laborales?

Creo que pueden haber cambios, una transformación de cómo queremos una ciudad vivible, como se suele hablar por acá. Porque a lo largo de este tiempo, he visto que se puede acceder un poco más a las administraciones, pero ha sido un trabajo que hemos tenido que hacer nosotras, las trabajadoras del hogar y los cuidados, con trabajos precarios, con exceso de horario, con mínimo tiempo.

Aunque estemos más informadas acerca de nuestros derechos, el lugar donde estamos… todavía existen barreras concretas para poder acceder a espacios de derechos.

Justamente, la Ley de Extranjería, supone unas limitaciones muy importantes de los derechos de las personas migradas. ¿Cuáles son vuestras demandas?

Nosotras estamos dentro de la campaña #RegularizaciónYa, y ahí pueden ver todas las demandas que tenemos. Pedimos la abolición de la Ley de Extranjería, para que no haya una herramienta que permita toda esa vulnerabilidad de derechos.

Los compañeros que pasan por el mar también están muy atravesados por estas leyes de la necropolítica. Tanto en Latinoamérica, como aquí en Europa, los migrantes del sur global, nos encontramos con la Ley de Extranjería, que permite que no se garanticen los derechos de una parte de la sociedad civil, y que haya tantas muertes o tantas personas en una exclusión social, cuando lo único que buscamos es una vida digna.

Pedimos la Ratificación del Convenio 189. Hace 9 años que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 189 para dignificar el trabajo realizado por las trabajadoras y trabajadores del hogar y los cuidados, y equiparar sus derechos laborales a los del conjunto de trabajadores y trabajadoras. La ratificación del Convenio 189 sigue estando pendiente por parte del Estado español.

¿Cómo está afectando la parada de actividad a raíz de la epidemia a los trámites de extranjería?

No sólo está afectando a los trámites de extranjería. Es lamentable que siempre nos miren como simples indicadores, como números que se tienen que atender. Indicadores que reflejen que se ha cumplido una meta. Todo esto ya venía desde antes. Somos utilizadas por un sistema capitalista para seguir generando economía.

Pasamos a ser parte de un negocio de estos sistemas, porque si se pensara desde un sentido humano, estarían creando proyectos sociales para que los seres humanos pudiesen alcanzar sus metas. No se presentarían proyectos para deportar compañeras y compañeros.

Algunas compañeras no han podido hacer trámites y se han quedado en el limbo porque no hay citas, ya que está saturado. Las personas que ocupan lugares de poder, niegan que haya una venta de citas, cuando nosotras lo vivimos a diario. Y lamentablemente, las compañeras y compañeros tienen que pagar porque no les queda otra.

Entonces, como hay mucha gente, necesitan los CIEs. ¡Para esto sí que hay dinero! Hay partidas para que nos repriman en ciertos momentos, y nos deporten. Estamos en un sistema que sigue mercantilizando cuerpos.

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