Lissette Fernandez es miembro de Sindihogar, sindicato independiente de Trabajadoras del hogar y de los cuidados de Barcelona.
Podéis ver la entrevista entera en vídeo en este enlace de YouTube.
¿Qué es Sindihogar?
Sindihogar nace en el año 2011, nace de manera asamblearia del junte de la asamblea de más de 100 mujeres de diversos países. Su intercepción era el trabajo de cuidados, la mayoría se dedicaba a cuidar a gente mayor o a niñez del estado español. Y justamente eran todas migrantes, a la mayoría las atravesaba la ley de extranjería.
Deciden organizarse como una figura jurídica sindical porque ven que los otros sindicatos, los sindicatos mayoritarios especialmente, no respondían a las demandas de las mujeres trabajadoras del hogar y los cuidados.
¿Por qué derechos estáis luchando?
Los principales derechos que defendemos son los de la libre circulación de las personas. Por ejemplo, poner el cuerpo frente a la oficina de extranjería, concentrarte, no solo acompañando a tus compañeras que tienen expedientes sin resolver, en un silencio administrativo de meses o años, sino porque crees que todas las personas deberían circular libremente. Porque es un derecho universal que se lo están pasando por donde quieren solo porque somos personas migrantes. Me parece una acción superdirecta de antiracismo.
También estamos en pro de los derechos de las trabajadoras del hogar y los cuidados. Defendemos el derecho, por ejemplo, al paro. Que solo se les niega a las trabajadoras de cuidados en el Estado Español. Pese a que somos personas que cotizamos igualmente. No cotizamos por nuestro salario real, como trabajadoras del hogar y de los cuidados; y eso es una discriminación. Se sigue aplicando el desistimiento laboral, que tiene que ver con que tu empleador te puede echar si n ninguna justificación más que la de apelar a la falta de confianza. También estamos fuera de la protección de ley de riesgos laborales – que somos las únicas que estamos fuera, lo cual nos parece una discriminación laboral bastante importante. Porque decir que este trabajo está libre de riesgos nos parece un discurso bastante obsoleto. Pensar que los cuidados siguen siendo una tarea directamente relacionada a las mujeres, cuando sabemos que no es así
De hecho, vuestra lucha está muy ligada al feminismo…
La globalización ha hecho que muchas mujeres se muevan de un territorio a otro y que justamente en el único lugar donde encuentran trabajo sea en el nicho de los cuidados. Estos cuidados soportan una parte de la sociedad superimportante y ahorran unos presupuestos bastante importantes al Estado, en el momento de no hacerse cargo.
El feminismo tiene que ser antiracista, tiene que tener una perspectiva de clase, de raza y no solo de género. Tiene que tener una perspectiva interseccional. No puede ser solo un discurso y entender que también hay maneras de comunicar y lenguajes que nos segmentan un poco. En las que saben o en las que manejan un poco ciertas teorías y ciertas líneas. Y las que no. ¿Pero qué no saben?
Una persona que pone el cuerpo en la calle para defender sus derechos ya lo sabe. Sabe que la manera de conseguirlos es reivindicándolos en la calle y exigiéndolos.
Hace poco ganasteis el Premio del Consejo Municipal de Inmigración de Barcelona por vuestra «Ruta antirracista de los cuidados». ¿En qué consiste este proyecto?
Su objetivo principal era rescatar la memoria de las mujeres olvidadas completamente. Porque bueno, los libros los escriben los varones. Y también en esta ruta descubrimos, porque fue un proceso de investigación que comenzamos con la compañera Isabel Segura y con el archivo histórico de Barcelona, descubrimos que hay muy pocos archivos que preserven la memoria de las mujeres. Justamente por quién escribía estos archivos. Y también nos llevó a la reflexión de ¿Qué es un archivo? ¿Qué es lo que se preserva en la memoria de las personas?
Y ahí descubrimos que las mujeres tenían una manera de transmitir a través de la oralidad. También descubrimos que las mujeres, en general desde la época medieval, la manera de defender sus derechos, era a través de la acción directa. Era poniendo el cuerpo en la calle. En la ruta, pasamos por la plaça de Sant Agustí Vell, donde ocurren «Els rebomboris del pa». Justamente las mujeres fueron las que articularon esta revuelta que consistió en quemar los hornos de la ciudad por la subida de los alimentos básicos: el vino, el aceite, el pan. Y eso no se nombra con claridad en las fuentes que circulan con más velocidad.
Y creo que en ese no nombrar, ese silencio, hay un discurso. Hay algo que se quiere decir. Invisibilizar no es casual.
¿Cuáles son vuestras principales reclamaciones ahora mismo?
Lamentablemente, nuestras reivindicaciones siguen siendo las mismas, porque en estos años se han creado, generado toda una discusión en torno a los cuidados y una visibilización de los mismos, pero creemos que no se ha empujado con la suficiente fuerza para hacer los cambios estructurales que se necesitan para realmente mejorar la vida de las trabajadoras del hogar y los cuidados.
¿Y los principales logros?
Logros hay. Del reconocimiento que hemos tenido de nuestro trabajo, en estos 10 años de articulación política, estos diez años de generar nuevas estrategias, de organización, de volver a cuestionar lo que es la política o quienes nos representan. O quienes pueden opinar o no.
Todo este trabajo que nosotras hemos hecho en estos diez años como sindicato, evidentemente es un gran logro. Seguir dando la pelea pese a que los grandes cambios estructurales no han ocurrido es un gran logro.
La mayoría de las compañeras que llevamos muchísimos años en el sindicato, tiene que ver con la convicción real de que ninguna persona es ilegal y que todas las personas deberíamos poder circular libremente. Que todas las personas tendríamos que sentirnos tranquilas caminando al lado de la policía. El derecho básico es tener una vida digna y tranquila. No estar todo el tiempo atacada psicológicamente porque no sabes si van a resolver tus papeles o no, cuando vas a volver a ver a tu familia. Eso. Esa es mi gran motivación.