“La tecnología tiene que estar al servicio de no dejar a nadie atrás”

11/05/2022 - 11:27

Hablamos con. Entrevistamos a Núria Alonso, coordinadora técnica y miembro de Colectic, la cooperativa que gestiona el equipamiento.

Después de un año de funcionamiento del Canòdrom, el Ateneo de Innovación Digital y Democrática de Barcelona, queremos conocer cómo promueve la tecnología y la digitalización como herramientas para la participación y la transformación social.

  • ¿Con qué voluntad nació el Canòdrom, hace poco más de un año?

El eje tecnológico atraviesa todas las capas de nuestro día a día y genera debates muy diversos que pensamos que, como sociedad, tenemos que abordar. En este contexto, el Ayuntamiento ha hecho una apuesta por la participación digital a través del Decidim Barcelona, y también una apuesta tecnopolítica de reflexión sobre estos temas.

En esta línea, el Canòdrom quiere servir para permitir que todo eso, que a veces parece un poco etéreo, se consolide y se unifique en un espacio físico concreto donde participe la ciudadanía y se trabajen todos estos debates.

  • ¿Desde qué perspectiva aborda el Canòdrom la tecnología y las herramientas digitales?

Hoy en día no tener acceso de calidad a las tecnologías y a internet significa estar excluido de la sociedad, porque, tanto si nos gusta como si no, todo está digitalizado, desde los trámites con la Administración hasta la posibilidad de estar en contacto con un familiar que vive fuera, por ejemplo.

Además, hay que tener en cuenta el contexto económico mundial en que el mercado está dominado por cinco compañías tecnológicas monopolísticas que hacen un uso extractivo de nuestros datos para generar un valor económico brutal. Eso nos puede parecer muy alejado del día a día, pero nuestros datos tienen un valor muy alto y generan mucha riqueza, que no revierte en nosotros sino en estas grandes compañías.

Entonces nosotros apostamos por hacer visibles estos temas, promover el espíritu crítico y trabajar en soluciones tecnológicas que nos empoderen como ciudadanía para poder generar un contexto económico y social más rico, diverso y que dé oportunidades a las futuras generaciones.

  • ¿En qué líneas de trabajo se concretan estos planteamientos? 

Hemos empezado a funcionar sobre cuatro ejes. Por una parte, recibimos proyectos residentes que trabajan en la tecnología y las herramientas digitales para la transformación social. Por otra parte, bajo el paraguas de la Escuela Canòdrom, agrupamos tanto los cursos de alfabetización digital para quienes parten desde cero como también otros talleres sobre temas más específicos, siempre en la línea de poner la tecnología y las herramientas digitales al servicio de apoderarnos de estos procesos para poder ser más autónomas.

Recientemente, hemos organizado talleres de autodefensa digital o de análisis de software espía en los móviles, por ejemplo. También está el Canòdrom Abierto, que recoge actividades divulgativas en la misma línea, pero a través de formatos diversos y más lúdicos que los talleres.

Finalmente, otro eje es la gobernanza, en el sentido de que ser un equipamiento abierto no solo significa que el acceso sea libre, sino que queremos que lo que pasa y como pasa también se decida de manera participada.

  • La pandemia ha dado mucha más presencia a las herramientas digitales en nuestro día a día. ¿Cómo ha influido este contexto en la apertura del Canòdrom? 

De entrada, ha hecho mucho más visible que la brecha digital existe, también en Barcelona, porque mucha gente quedó excluida de participar en la sociedad por falta de competencias y también de infraestructuras cuando se limitó la presencialidad.

Por otra parte, las redes de apoyo mutuo se sirvieron de las herramientas digitales para dar una respuesta ciudadana potente a una situación completamente imprevista y, en este sentido, también se hizo más evidente que tienen este potencial. Todo eso todavía da más sentido al Canòdrom, porque trabajamos con las dos situaciones: tanto la alfabetización digital como el hecho de potenciar la innovación digital y democrática, desde la implicación de las personas, porque pensamos que la tecnología tiene que estar al servicio de no dejar a nadie atrás.

De hecho, una acción que estamos desarrollando es dotar de conexión a internet, además de alfabetización digital, a núcleos de convivencia del entorno próximo, la Sagrera y el Congrés i els Indians, que sufren una vulneración del acceso a internet, por los altos costes. Entendemos que es un recurso básico, por ejemplo, para que la infancia pueda hacer los deberes y para realizar cualquier trámite. Hemos trabajado en la detección a través de las alianzas comunitarias, y ahora empezamos a establecer estas conexiones con Guifinet, una red abierta.

  • ¿Cuál ha sido la respuesta de la ciudadanía a lo largo del primer año de existencia del ateneo? ¿Y qué horizontes planteáis ahora?

Este año, mirando atrás, vemos que hemos tenido mucho éxito de participación en las actividades, pero ahora queremos llegar a la infancia y adolescencia y a las personas mayores, porque es el público que nos falta. En las personas mayores hemos detectado cierto prejuicio sobre los temas porque piensan que no les afectan o que no saben suficiente, y eso hay que romperlo.

En este sentido, tenemos las actividades de alfabetización digital básica de las Antenas Cibernàrium, pero queremos ir más allá y por eso hemos impulsado un proyecto de memoria histórica del espacio del Canòdrom, que es transversal y abierto a todo el mundo —también participan institutos del entorno—, pero que está atrayendo sobre todo a personas mayores y está sirviendo de puerta de entrada hacia otros usos.

Con respecto a la infancia, estamos iniciando la programación regular de la “Tarde de juegos en el Canòdrom” desde una perspectiva tecnológica en las gradas del equipamiento. Hasta ahora hemos organizado actividades de robótica y estamos preparando un juego de escape para dar a conocer los nombres con los que hemos rebautizado las salas, nombres de mujeres tecnólogas invisibilizadas de todas partes, más allá de la visión eurocentrista.

  • ¿Cómo se deciden las actividades de la programación?

La agenda de actividades se nutre de las residencias y también de lo que programamos el equipo técnico. Los intereses y necesidades surgen de los grupos de trabajo y de lo que detectamos en la red comunitaria que tejemos con el entorno próximo. Por ejemplo, del contacto con las AFA surgió un taller sobre el uso de las pantallas en la infancia.

Además, el espacio también está abierto a la propuesta de colectivos y personas externas a través de una instancia del Decidim propia con la que recogemos propuestas, actividades e intereses. Somos un equipamiento fronterizo entre barrios y por eso pensamos en una lógica del entorno próximo, pero también de la ciudad.

  • ¿Y cómo está siendo la participación de la ciudadanía en este sentido?

El Canòdrom es un proyecto que se está construyendo y no podemos pretender que funcione de manera participada por el solo hecho de haberlo abierto y querer que sea así. Ahora estamos elaborando actividades que dan respuesta a las necesidades detectadas en el entorno comunitario, pero pensamos que esta no tiene que ser la única manera, sino que la gente tiene que saber que este vuelve a ser un espacio abierto y se lo tiene que poder hacer suyo para querer participar.

En este sentido, por ejemplo, abrimos el acceso a las gradas todas las tardes de lunes a viernes como una parte más de la plaza: hay espacio para el encuentro y también enchufes e internet para pasar la tarde trabajando o lo que se quiera. Poco a poco, la gente está entendiendo que el espacio físico es suyo y que puede venir sin necesidad de que haya una actividad concreta.

  • El Canòdrom también facilita el desarrollo de proyectos del sector. ¿Qué define un proyecto para que pueda ser residente aquí?

En Barcelona hay un ecosistema muy potente de iniciativas para reflexionar sobre la relación entre la tecnología y la sociedad desde intersecciones diversas como el feminismo o la democracia, por ejemplo. El Canòdrom quiere ofrecer un espacio a estas inquietudes y por eso acogemos y facilitamos un espacio para desarrollarlas.

Tienen que ser proyectos que, de una manera u otra, planteen la tecnología y la digitalización como herramientas para la transformación social. En un abanico muy amplio, tenemos desde un proyecto que acerca la tecnología a las niñas para borrar la brecha de género ya desde la pequeña infancia, hasta uno que desarrolla un bot de Telegram para detectar y hacer seguimiento de situaciones de riesgo en salud mental.

  • ¿Cómo es la relación con estos proyectos residentes? ¿De qué manera se implican en la dinámica del Canòdrom? 

No queremos que la residencia sea un uso clientelar, sino que apostamos por una implicación en la creación colectiva del equipamiento. Por eso, más allá de facilitar el desarrollo de sus iniciativas, también los implicamos en los espacios de gobernanza. Tenemos una estructura participativa en forma de asambleas bimensuales en las que trabajamos los temas organizativos del momento y hacemos grupos de trabajo ad hoc y específicos para tratar los temas concretos que surgen.

Por ejemplo, surgió la necesidad de pensar la seguridad del Canòdrom, porque es un espacio abierto físicamente, y al hacerlo, emergió la voluntad de pensarlo desde una perspectiva feminista. Seguimos un proceso para diseñar cómo tenía que ser el Canòdrom para que fuera un espacio seguro también desde este punto de vista.

Por otra parte, más allá de las asambleas y los grupos de trabajo, los proyectos residentes hacen un retorno al equipamiento que se puede traducir en actividades abiertas que incluimos en la programación, pero también en otros formatos diversos que contribuyen a definir el proyecto. Por ejemplo, uno fue un análisis para definir cómo trabajamos la perspectiva de género en el Canòdrom.

  • ¿Existen espacios como el Canòdrom en otras ciudades? ¿Tenéis relación con ellos?

El Canòdrom forma parte de la red Colaboratorios de Innovación Ciudadana, en la que hay proyectos de todo el Estado que, como nosotros, también promueven espacios de reflexión ciudadana sobre los usos tecnológicos en ciudades como Valencia, San Sebastián o Madrid, entre otros. Precisamente se presenta este mes de mayo en unas jornadas de las que nosotros somos la sede de la sesión para diseñar las herramientas de gobernanza de la red.

 

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