La ciudad narrada
A lo largo de la historia, centenares de escritores han escrito sobre Barcelona: Miguel de Cervantes la alabó como a ninguna otra ciudad, George Orwell la convirtió en un icono de la rebelión y Mercè Rodoreda la hizo escenario de La plaza del diamante, la novela que Gabriel García Márquez calificó como “la más bella que se ha publicado en España después de la guerra civil”.
En Barcelona hay 10 distritos y 73 barrios: todos han sido, son o pueden ser escenario literario. Busca los fragmentos que hablan de tu barrio predilecto!
Dolors MONSERDÀ, La fabricanta (1904)
“I la dona que amb dos telers vells i algunes lliures de seda comprada a fiar havia començat lo negoci de la casa, fent passar al seu marit de treballador a amo, s’enginyà per a comprar-ne de mecànics, llogà una quadra a Sants i, fent pactes amb lo propietari de la casa que continuaven habitant en lo carrer de Sant Pere Més Baix, per a què les dues botiguetes los fes un magatzem, amb lo fi de traslladar-hi amb més amplitud lo despatx que tenien en l’entresòl, animà al seu marit per a començar la segona etapa del seu treball, que, amb sa intel·ligència, sa activitat i no escassejant les privacions de tota mena, en pocs anys los donà per resultat fer-los amos d’una gran fàbrica a Sant Martí de Provençals i de la que compraren a en Corominas, quan aquest se féu bolsista, i de tres o quatre cases a Barcelona, entre les que s’hi comptava la que vivien, que engrandiren amb la del costat per a fer-ne de dues una, ja que ambdós tenien la il·lusió de viure i morir a on s’havien casat, a on havia nascut lo seu fill i a on se feren los començaments de la seva fortuna.”
Juan MARSÉ, fragments de “Noches de Bocaccio”, dins de Teniente Bravo (1987)
“Hace ya bastantes años, en la época en que la noche barcelonesa era un Titanic navegando alegre y confiado, lejos todavía del iceberg asesino (nadie pensaba en el hielo salvo al solicitar un whisky o el trago habitual), estaba yo tomando copas en la barra aterciopelada de Bocaccio, cuando, inesperadamente, un joven dibujante de cómics y prestigioso ilustrador, al que sólo conocía de vista, recaló a mi lado aferrándose con ambas manos a una copa esbelta, extenuado y empapado, como un náufrago escupido por el oleaje promiscuo de la noche… –Tú eres el escritor, ¿verdad? –Tenía el náufrago una sonrisa inocente y delgada y una voz trasnochada, felpuda, llena de candor y de ginebra–. Me llamo Kim y vengo huyendo del Ciclón Benilde, ya la conoces… Ahí está, no te engaño…”
“4 octubre. Presentación de libro y de autor en librería Cinc d’Oros. Vino tinto, tacos de tortilla y croquetas de pollo. Cinco intelectuales goxdivín en ringlera de cara a la concurrencia comentan el libro presentado: Ondia, quina tabarra el seny!, textos del travieso Terenci y fotos de Colita sobre la capital catalana y su enigmática condición de cap i casal…”
“7 octubre. En la cama con B. Y el Tele/Express desplegado sobre sus hermosas ensilladura de nácar frío. Leo en las páginas literarias un breve reportaje bajo el titular: “UN NUEVO JOYCE EN EL GUINARDÓ?”. Y aún más abajo, en caracteres pequeños: “El crítico Josep Mª Castellet confía en poder incluirle en su próxima antología NUEVE NOVELES EN NOVELA NUEVA, de inminente publicación.”
“8 octubre. También Joan de Sagarra se ocupa del caso en su sección del Tel/Express, recogiendo un extraño cruce de llamadas telefónicas:
MªAurèlia Capmany: ‘Un Proust xarnego?¡Ja, ja, ja!’
Terenci Moix: ‘Tengo una foto divina en la que aparece detrás de mi por sorpresa, en Egipto’.
Leopoldo Pomés: “Le conozco, trabajó conmigo de modelo publicitario, hizo una campaña de camisetas y calzoncillos”.
Don José Manuel Lara: “Lo quise fichar er mimo día que Barza fichó al pasmao de Martí Filocía, porque zoy partidario de la juventú”.
Omnium Cultural: “Es el único miembro de la gauche divine que no tiene coche sport o fueraborda”
Baltasar Porcel: “Sí, sí, pero mi novela Cigrons sota el cirerer florit se vende mucho más que El dia que va morir Marylin, y además el Rey lo sabe”.
Ricardo Bofill: (sonriendo desde la tele): “¿Me conoce?”
Oriol Regàs: “Firma como Roberto C. Amores, y dice que C se la pone para compensar la C que, por causa de un descuido inexplicable, le falta a nuestro Bocaccio”.
Gabriel Ferrater: “Lo más notable que ha producido nuestra literatura catalana, por supuesto después de la poesía de mosén Cinto y del trasero de Montserrat Roig”.
Montserrat Roig: “Cultura, para mí, es todo aquello que suscita una relación imaginativa con mis semejantes y conmigo misma. En este sentiro, el culto de Tarzán o el de Marsé, por ejemplo, pueden ser cultura; pero no lo es el de Fernando Sánchez-Dragó, ese autor moreno y sonriente del siglo XII que escribía en calzoncillos”.
Francisco Umbral: “Imita mi prosa/sonajero (bisutera, pero con ese sonso tintineo artrítico de las novelas/garbanzos…”
Juan MARSÉ, fragmento del cuento "Historias de detectives" en Teniente Bravo (1987)
“Una semana después, en el Campo de la Calva, nos armamos de valor y paramos a la señora de la gabardina corta para hacerle entrega del billetero. El jefe nos obligó, empeñado en que el billetero del ahorcado pertenecía ahora a su viuda, y que nadie le discutiera porque se liaba a hostias con él. Fue su última orden, y fue obedecida con nuestros bolsillos repletos de garbanzos cocidos y todavía calientes, acabados de birlar en una tienda de la calle Sostres”
Quim MONZÓ, El millor dels mons (2001)
"Després baixa carrer avall fins a la fàbrica. Encara hi ha la gran porta amb la bàscula dels camions i la porta lateral on, quan son pare feia el torn de nit, ell esperava l’hora de donar-li la carmanyola. La llum carabassa la donava una única bombeta metrallada pels mosquits. Deu metres més avall hi ha encara l’entrada del club de natació on va aprendre a nedar."
Eduardo MENDOZA, fragmento del cuento La ballena publicado en Tres vidas de santos (2009)
“La causa de tanto nerviosismo era ésta: en los últimos meses de la guerra civil, y después de haber estado holgazaneando dos años largos en un pueblo del interior, el tío Víctor había sido detenido, no sé cómo ni por qué, trasladado a Barcelona y encerrado en una checa. Las checas cuyo nombre según supe más tarde, derivaba de la palabra crezvitchainaia Komisia, aunque nunca entendí el trayecto terminológico que va de este trabaluengas al castizo “checa”, guardaban analogía con las prisiones políticas de la Rusia bolchevique, tanto por sus métodos como por el personal que las regentaba.”
Maria-Mercè MARÇAL, Viratges, reminiscències (1990)
“Fa quatre anys que vaig arribar en aquest barri, que sembla fet a mida per a un esperit híbrid, indecís, instal·lat de forma permanent en el solc entre dos mons, en el llindar entre dos paisatges, dues temptacions, dos codis. ¿Pot esdevenir port, si no definitiu, almenys durador per al meu tarannà nòmada que m’ha dut a sembrar d’enclavaments emotius, de senyals incisivament subtils, tants punts diferents d’aquesta aglomeració de blocs d’obra i de vides que, des d’aquest terrat obert a tots els vents, s’estén ara als meus peus? Xarxa dins de la qual em debato, presa entre la compulsivitat frenètica i el bloqueig, que ressegueixo amunt i avall, per dins, corrent darrere d’amors i d’altres coses…”
Juan MARSÉ, fragment de La oscura historia de la prima Montse (1970)
“En los bancos del mirados las pareas de novios se arrullaban al atardecer. Para ir de la pensión a la torre de mis tíos o al Club de Tenis La Salud solía bajar hasta la plaza Lesseps, dejando atrás una academia de música en cuyo portal siempre había unas muchachas muy formales y espigadas, con carpetas y fundas de violín, y luego en Lesseps torcía a la izquierda (creo que aún existían edificios de media plaza), pasaba frente la tintorería donde a veces convalecía mi “príncipe de Gales” y un poco más allá me sumergía en la luz caliente y en el olor a aceite frito de una churrería, para luego seguir por la Travessera de Dalt y empalmar, pasada la calle Escorial, con la avenida Verge de Montserrat…”
Juan MARSÉ, Últimas tardes con Teresa (1966)
“El Monte Carmelo es una colina desnuda y árida situada al noroeste de la ciudad. Manejados los invisibles hilos por expertas manos de niño, a menudo se ven cometas de brillantes colores en el azul del cielo, estremecidas por el viento, asomando por encima de la cumbre igual que escudos que anunciaran un sueño guerrero. La colina se levanta junto al Parque Güell, cuyas verdes frondosidades y fantasías arquitectónicas de cuento de hadas mira con escepticismo por encima del hombro, y forma cadena con el Turó de la Rubira, habitado en sus laderas, y con la Montaña Pelada. Hace ya más de medio siglo que dejó de ser un islote solitario en las afueras. Antes de la guerra, este barrio y el Guinardó se componían de torres y casitas de planta baja: eran todavía lugar de retiro para algunos aventajados comerciantes de la clase media barcelonesa, falsos pavos reales de cuyo paso aún hoy se ven huellas en algún viejo chalet o ruinoso jardín. Pero se fueron. Quién sabe si al ver llegar a los refugiados de los años cuarenta, jadeando como náufragos, quemada la piel no sólo por el sol despiadado de una guerra perdida, sino también por toda una vida de fracasos, tuvieron al fin conciencia del naufragio nacional, de la isla inundada para siempre, del paraíso perdido que este Monte Carmelo iba a ser en los años inmediatos.”
Juan MARSÉ, fragment d’Últimas tardes con Teresa (1966)
“Antes de la guerra, el Carmelo y el Guinardó se componían de torres y casitas de planta baja: eran todavía lugar de retiro para algunos aventajados comerciantes de la clase media barcelonesa. Pero se fueron. Quién sabe si al ver llegar a los refugiados de los años cuarenta, jadeando como náufragos, quemada la piel no sólo por el sol despiadado de una guerra perdida, sino también por toda una vida de fracasos, tuvieron al fin conciencia del naufragio nacional, de la isla inundada para siempre, del paraíso perdido que este Monte Carmelo iba a ser en los años inmediatos.”
Andreu MARTÍN, Barcelona tràgica (2009)
“El tren procedent de Mataró va entrar a l’estació de França a les 8:34, amb quatre minuts de retard. Es va aturar a la via u, esbufegant i llençant un vapor dens i brut en totes direccions que creava una boira densa de l’interior de la qual sortien els passatgers.
Un d’aquests passatgers no era gaire alt i anava vestit amb un lleuger vestit de lli de color cru, corbata de llaç, gorra de quadres i botes còmodes per caminar pel camp. Duia un bigoti abundant i una barba molt ben retallada, en punta. Tenia cinquanta anys justos, mirava directament amb ulls tendres i fràgils, caminava amb una certa fatxenderia, potser per compensar la seva curta alçada, i es deia Francesc Ferrer i Guàrdia.
Li va sortir al pas un jove, més alt i prim que ell, de vestit fosc de ciutat i de moviments continguts que semblava que dissimulaven una energia desbordant que fàcilment podia convertir-se en violència. Era Miquel Villalobos Moreno, un col·laborador del pedagog.
Els dos homes es van parlar primer amb una mirada d’intel·ligència. Les ninetes van fer un ball dedicat a dos homes que es van aturar molt a prop d’ells. L’un, amb ulleres, buscava a les butxaques de la jaqueta alguna cosa que no trobava. L’altre, alt i cepat, amb cara de pagès, badava llegint, potser lletrejant, les inscripcions que ostentava la locomotora. Eren policies, sens dubte.”