Soledad no deseada y deterioro cognitivo
24/03/2022 - 13:33
La soledad no deseada puede incidir en el nivel de bienestar emocional, el estado de salud y el deterioro cognitivo de las personas que la sufren.
La Doctora en Psicología Elvira Lara relaciona en este artículo la soledad no deseada con el nivel de bienestar emocional, el estado de salud y el deterioro cognitivo.
SOLEDAD NO DESEADA Y DETERIORO COGNITIVO
La soledad no deseada constituye un asunto prioritario en la agenda pública por sus efectos negativos sobre nuestro bienestar y salud. Estudios previos han demostrado una asociación entre sentirse solo y un peor estado de salud. En los últimos años, la investigación sobre la relación entre soledad no deseada y funcionamiento cognitivo ha cobrado un destacado interés. De acuerdo con la evidencia científica, las personas que se sienten solas tienen un mayor riesgo de mostrar deterioro cognitivo y sufrir demencia. Comprender el potencial efecto nocivo de la soledad no deseada en el deterioro cognitivo y la demencia puede contribuir al desarrollo de intervenciones que permitan retrasar, o quizás prevenir, su aparición.
El riesgo de sentirse solo
La soledad no deseada supone la percepción subjetiva de sentirse solo. Es consecuencia de la discrepancia, cuantitativa o cualitativa, entre las interacciones sociales que una persona tiene y las que desearía tener. Si bien la soledad no deseada puede darse en cualquier etapa de la vida, parece ser más frecuente en momentos del ciclo vital donde se producen cambios (1) en la forma de relacionarnos con los demás. Por eso, los jóvenes y las personas de edad avanzada (2) podrían mostrar un mayor riesgo de experimentar este sentimiento.
La soledad no deseada constituye un asunto prioritario en la agenda pública por sus efectos negativos sobre nuestro bienestar y salud. Numerosas investigaciones han demostrado una asociación entre sentirse solo y un peor estado de salud (3) o un mayor riesgo de sufrir determinadas enfermedades, como depresión (4) o enfermedades coronarias (5). A largo plazo, sus efectos se han relacionado incluso con una muerte prematura (6).
Sentirse solo afecta a nuestro funcionamiento cognitivo
Estudios previos (7) han sugerido que la falta de apoyo social, una red social limitada o estar solo podrían predecir deterioro cognitivo. Por su parte, el estudio de la relación entre soledad no deseada y funcionamiento cognitivo ha cobrado un destacado interés en la última década.
Las personas que se sienten solas tienden a manifestar mayores quejas cognitivas (8) (problemas de memoria) comparado con las que nunca o casi nunca se sienten solas. Las personas que reportan sentirse aisladas también tienden a mostrar un peor desempeño en pruebas cognitivas relacionadas con la memoria, la atención y el razonamiento (9), especialmente en tareas que requieren un rápido procesamiento de la información. Igualmente, la soledad no deseada se ha relacionado con una mayor disminución en el rendimiento cognitivo a lo largo del tiempo. Así lo afirman (10), entre otros, los autores de un estudio longitudinal representativo de la población europea compuesto por más de 100.000 participantes. De acuerdo con los resultados encontrados en una reciente revisión (11), el impacto negativo de la soledad no deseada sobre el funcionamiento cognitivo podría estar influenciado por el sexo, siendo mayor su efecto nocivo en hombres. Por otro lado, algunos estudios (12) afirman que el efecto perjudicial de la soledad no deseada sobre la cognición es más pronunciado cuando esta es sostenida en el tiempo.
Las personas que se sienten solas tienen un mayor riesgo de padecer demencia, más especialmente la enfermedad de Alzheimer (13). En un trabajo publicado en Aging Research Review (14), investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid realizaron una rigurosa revisión acerca la asociación entre soledad no deseada y demencia. Tras revisar más de 2.500 artículos relacionados con la temática y analizar los resultados de ocho estudios que aunaban más de 30.000 participantes mayores de 50 años, los autores concluyeron que la soledad no deseada se asociaba con un mayor riesgo de demencia. Esta asociación era, además, independiente de la presencia de depresión.
En conjunto, estos hallazgos son importantes porque la investigación actual está centrando sus esfuerzos en la identificación de factores de riesgo modificables que pudieran retrasar, o incluso prevenir, la aparición de deterioro cognitivo y demencia. A pesar de lo anterior, la mayoría de estos trabajos de investigación se han llevado a cabo con participantes adultos o adultos mayores, con una notoria escasez de estudios en población más joven.
¿Qué mecanismos podrían explicar la relación entre soledad no deseada y deterioro cognitivo?
Los mecanismos a través de los cuales la soledad no deseada podría contribuir al deterioro cognitivo son aún desconocidos. Sin embargo, se han propuesto múltiples vías de actuación.
La soledad no deseada, especialmente si es persistente, puede dar lugar a cambios en nuestro sistema nervioso, cardiovascular e inmune que son similares a los de aquellas personas que sufren un estrés crónico. Esta mayor reactividad al estrés provoca la activación prolongada del eje hipotalámico pituitario suprarrenal y el sistema simpatoadrenal, la resistencia a los glucocorticoides y la sobreexpresión de genes proinflamatorios. A su vez, esta respuesta cerebral alterada (15) conduciría a la atrofia del hipocampo o anomalías frontostriatales (16), áreas que resultan fundamentales para las funciones de aprendizaje y memoria, y que influyen en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. De forma indirecta, también contribuiría al desarrollo de determinadas afecciones cardiovasculares (por ejemplo, presión arterial elevada) y otras enfermedades crónicas comunes, como la diabetes, que son reconocidos factores de riesgo del deterioro cognitivo.
Trabajos recientes (17) también apuntan al papel que podría jugar el sueño en esta relación. La privación de sueño y una pobre calidad en el descanso conducen a un ciclo de separación social y retraimiento. Por su parte, otros estudios han descrito una asociación entre falta de sueño y la disminución en el rendimiento cognitivo (18), una atrofia cerebral acelerada y la acumulación de placas amiloideas (19) (β-amiloidea y proteína tau), las cuales están directamente relacionadas con el desarrollo de demencia. Por otro lado, las personas que informan sentirse solas llevan a cabo, en mayor medida, conductas y hábitos poco saludables, como la actividad física limitada o una alimentación inadecuada, lo que a su vez se asocia con mayor probabilidad de desarrollar enfermedades cardiometabólicas. La influencia de la participación social también puede estar relacionada con la forma a través de la cual la soledad no deseada aumenta el riesgo de deterioro cognitivo o demencia. Aquellas personas que indican sentirse solas presentan una menor probabilidad de experimentar la estimulación sensorial y cognitiva consecuencia de la participación social, lo que podría llevar al consiguiente declive cognitivo. Además, la soledad no deseada puede aparecer como respuesta al propio deterioro cognitivo. En este sentido, estudios previos (21) han indicado que el aislamiento social o una percepción distorsionada acerca de los contactos sociales son frecuentes entre las personas con demencia leve. Esto podría estar causado por alteraciones del comportamiento propias de esta enfermedad que conducen, en última instancia, a un desajuste del entorno social.
El desafío de la soledad no deseada
El ser humano es un ser social, que necesita de los otros para poder sobrevivir. Debido a la situación actual, donde debemos mantener las distancias físicas y se reducen nuestras interacciones sociales, las personas de mayor edad constituyen un grupo especialmente vulnerable ante la soledad no deseada y sus efectos. Todo ello pone de manifiesto la necesidad de poner en primera línea la atención centrada en las personas.
Mantener relaciones sociales satisfactorias puede ser determinante para proteger nuestro cerebro del impacto negativo de la soledad no deseada. Así lo demuestran los hallazgos de un estudio (22) compuesto por más de 10.000 participantes adultos de Inglaterra, en el que sus autores indican que las interacciones sociales frecuentes tienen un efecto protector contra la demencia. La participación social es también clave. El compromiso social cultiva la pertenencia al grupo y promueve relaciones basadas en el apoyo y la reciprocidad, lo que ayuda a las personas a afrontar de una forma más efectiva el estrés derivado de la soledad no deseada.