Apuntes para proyectar miradas alternativas sobre la soledad y la vejez

Apuntes para proyectar miradas alternativas sobre la soledad y la vejez

03/12/2021 - 09:53

La soledad de las personas mayores se mira en función de como se mira la vejez y como se perciben y se configuran los fenómenos relacionados

Las Doctoras Mercè Pérez Salanova y Dolores Majón Valpuesta reflexionan sobre la visión negativa de la vejez y cómo eso hace que, en consecuencia, la soledad de las personas mayores reciba la proyección de esta visión negativa

APUNTES PARA PROYECTAR MIRADAS ALTERNATIVAS SOBRE LA SOLEDAD I LA VEJEZ

¿Cómo es mirada la soledad de las personas mayores? Nuestro punto de partida podría definirse en estos términos: en función de cómo se mira la vejez, se perciben y configuran los fenómenos relacionados con ella. Ante un escenario cultural que tiende a mirar la vejez de forma proteccionista y pesimista, en este artículo proponemos un recorrido con la intención de estimular la revisión y la reflexión crítica, y de generar nuevas preguntas desde emplazamientos alternativos. Para ello introducimos tres ángulos que permiten acercarnos a un fenómeno tan complejo como es la soledad en la vejez. Dichos ángulos son: el lugar que se le otorga al sujeto, los enfoques sobre las situaciones de soledad y las responsabilidades de origen y de acción.

El lugar otorgado al sujeto

¿Solemos preguntarnos cómo las personas perciben su propia realidad social? ¿Cómo nos explicamos que algunas personas integren la soledad en sus vidas? Ambas preguntas subrayan la relevancia de las realidades intrínsecas de las personas mayores que viven solas. Y que alertan de que no siempre esas realidades se corresponden con las representaciones que hacemos de ellas. De ahí la posibilidad de que aquellas vivencias sean interpretadas inadecuadamente y esto desemboque en intervenciones ineficaces o dañinas para los individuos (Victor, 2015)[1].

A veces olvidamos que las personas mayores son sujetos con una historia singular que han construido en su vinculación con el entorno a lo largo de su experiencia vital. Si no tomamos en consideración cómo el sujeto siente y percibe su propia existencia social y continuamos centrados en la configuración objetiva de la soledad, nunca superaremos las limitaciones asociadas a los procesos de naturalización de ese fenómeno social. En este sentido, la incorporación de perspectivas más interpretativas y en construcción facilita entender la soledad como un fenómeno complejo y ambiguo, que puede ser percibido y analizado desde una gran amplitud de prismas (Gajardo, 2015)[2].

Tal y como apunta el psicólogo canadiense Jules Bureau (2009)[3], somos soledad y relación. A menudo es la expectativa de la mirada benévola del otro lo que lleva a detener la decantación de las personas hacia la soledad; podría decirse que sin dicha mirada corremos el riesgo de desaparecer de este mundo. A la vez, debemos considerar que la soledad es el lugar de la subjetividad y una condición necesaria para el desarrollo de nuestra marca particular de existencia y vitalidad, nuestra individualidad. El autor también plantea que la capacidad de estar en contacto con el otro puede incluso considerarse una condición esencial para el éxito de la soledad elegida.

Cuando exploramos nuevas miradas hacia la soledad entre las personas mayores, emergen como muros las visiones negativas de la soledad. No hay relato a favor de la soledad. La ausencia de ese relato puede comportar entre quienes la sufren diferentes efectos: sentir vergüenza o valorarse como incapaces; no querer ser reconocidos en esa circunstancia y, en consecuencia, alejarse de personas y de las iniciativas que los identifican de ese modo. También pueden necesitar un tiempo más lento para situarse ante una propuesta. El tiempo asignado a la detección y la conexión, mayor que el previsto, es expresivo de una situación que podríamos nombrar “sin demanda expresada”, pero en la que también es pertinente reconocer que la persona necesita elaborar por qué y cómo se acerca a esa propuesta sin sentirse marcada por aquella valoración negativa. Por eso, postulamos la importancia de dos puntos: trazar vías que alienten y propicien visibilizar la soledad en sus expresiones variadas, y extender la idea de que cada persona tiene el potencial de aprender a sentirse bien cuando está sola. Con esa orientación y en plena crisis de la COVID-19, surge en Leeds (Reino Unido) la iniciativa de compartir historias de personas mayores a través de una revista. Shine Magazine,[4] de frecuencia quincenal, se presenta como un espacio para que las personas aporten cómo les ha hecho sentir la soledad, cómo les ha afectado y qué estrategias han empleado para afrontarla. También para recordar la amabilidad y el apoyo entre vecinos durante el confinamiento, así como para ayudar a incorporarlo en la vida más allá de la COVID-19.

Los enfoques

Con la aplicación de enfoques más interpretativos mencionados en el anterior apartado, el concepto de soledad puede replantearse como un concepto dinámico y más permeable, y superar las características de neutralidad e invariabilidad que comúnmente se le asocian (Gajardo, 2015). En este sentido, apreciar la naturaleza reversible de las situaciones de soledad contribuye a la modificación de la percepción de la soledad, a apreciarla no como algo estático sino como un proceso que evoluciona, que transita. La situación de soledad no es un hecho inherente a la vejez y tampoco es independiente de las experiencias de vida. Según Ejlskow et al. (2020)[5] las adversidades en las relaciones sociales durante la vejez podrían explicarse mediante la influencia de anteriores experiencias de vida. Esto fundamentaría intervenciones para reducir la soledad centradas en la exploración de las experiencias previas del individuo en sus relaciones sociales y, a la vez, en evaluar cómo afectan a sus respuestas en los entornos sociales actuales.

¿Soledad elegida?, ¿soledad no deseada? La persona puede elegir su soledad o adaptarse a una condición que se le impone; en esta circunstancia, la soledad impuesta puede tomar rápidamente el color del aislamiento y desembocar en un sentimiento de exclusión acompañado del miedo a perder el control sobre las relaciones con los demás. Bureau (2009), también señala que cada persona en su soledad tiene el potencial de establecer ese contacto evolutivo consigo misma, que no es un retraimiento ni un obstáculo para la calidad de los vínculos que mantiene con los otros. Así mismo, esa posibilidad de evolución debe ser abordada no solo como algo que depende del individuo, sino también considerando las características de los contextos por donde las personas transitamos. Queremos hacer hincapié en que el acercamiento a la soledad debe integrar el conocimiento de los entornos en los que las personas viven. Solamente si reflexionamos sobre la influencia de los factores individuales y sociales podremos identificar la etiología del problema en cuestión (Delisle, 1988)[6].

La cronicidad y la naturaleza inestable de la soledad y el aislamiento social han sido ampliamente reconocidas (Smith y Victor, 2019)[7]. Ambas características reclaman el desarrollo de enfoques cambiantes. ¿Cómo favorecer la incorporación de esa naturaleza inestable de la soledad? A este respecto, defendemos la idoneidad de alentar enfoques que articulen la perspectiva comunitaria y la personalización en las intervenciones. La proximidad, característica básica del encuadre comunitario, permite trabajar con el conjunto “personas-entornos-cambios”, y, también, que ese conjunto enmarcado en la vida cotidiana, en los momentos comunes y los excepcionales, se constituya como el núcleo en el pensar y en el hacer de las actuaciones.

A lo largo de los primeros meses de la pandemia de la COVID-19, numerosas personas y grupos, partiendo de iniciativas anteriores o de forma espontánea, han puesto en marcha muchas y variadas acciones de apoyo y ayuda. Algunas, que se dirigían a personas mayores que vivían solas, se encontraron con personas que viviendo solas no se sentían solas, y que agradecían vivamente las ayudas; o conectaron con personas que al principio desconfiaban y posteriormente descubrían a una persona amable y solidaria en su vecino desconocido. Se trata de iniciativas que, además de fortalecer la comunidad, ofrecen posibilidades de aprendizaje para ensanchar nuestra mirada hacia la soledad desde diferentes emplazamientos. En este sentido, resulta de interés mencionar SOLIVID[8], proyecto colectivo de open data sobre iniciativas de solidaridad ciudadana que está permitiendo la construcción de un mapa colaborativo y de un banco de recursos en línea sobre las iniciativas solidarias ante la crisis de la COVID-19.

Finalizamos el ángulo dedicado a los enfoques situándonos en el plano de la intervención con personas mayores a través del programa de la Obra Social ”la Caixa”, “Siempre Acompañados”[9]. Se trata de una actuación que ofrece un marco metodológico sistematizado, centrado en la comunidad y su articulación, en el que otorga un valor clave a las propias historias de vida, deseos e intereses, así como a los recursos personales de las personas mayores.[10]

Las responsabilidades

¿Por qué interesa estudiar la cuestión de la responsabilidad? Esa exploración puede proporcionar información sobre cómo es la construcción de responsabilidades, roles y posiciones de las personas mayores en la sociedad contemporánea (Townsend, 1981)[11]. ¿Quiénes tienen responsabilidades en la soledad? ¿Los individuos, sus próximos, las instituciones públicas cualesquiera que sean, independientemente de su ámbito competencial? Centrándonos en las instituciones públicas, introducimos dos contextos distintos, Gran Bretaña y Suecia. En su informe del 2017, la Jo Cox Commission on Loneliness[12] deja patente el desafío que comporta el liderazgo nacional sobre la soledad en Gran Bretaña, definiéndolo en estos términos: las instituciones públicas no pueden abordar el fenómeno unilateralmente, pero sí pueden jugar un papel en la galvanización de los actores clave, catalizando acciones y evaluación, y responsabilizando a quienes deben actuar. Si nos situamos en Suecia (Agren y Cedersund, 2020)[13], la soledad entre las personas mayores se concibe como una cuestión de carácter colectivo e institucional, con responsabilidades en los ámbitos local y nacional. Acorde con esto, son las instituciones las que reciben agencia, por sí mismas y por otros, reconociéndose con capacidad para elegir entre diferentes acciones y también para realizarlas. Más allá de esas formulaciones, podemos preguntarnos: ¿cómo ubicar la responsabilidad fuera de las instituciones públicas? o ¿qué actores clave se consideran y cuáles no están siendo considerados? Situar las responsabilidades exclusivamente en determinados estamentos no es inocuo. Entre los riesgos, cabe señalar la deslegitimación de otras formas de acción apegadas a la comunidad y el reforzamiento de una posición “victimizante” de la población de personas mayores al despojarlas de su capacidad de agencia.

La forma de concebir las responsabilidades no es ajena a los enfoques ni al lugar que ocupan los sujetos, los ángulos que hemos introducido con anterioridad. La ruta hacia miradas creativas acerca de la soledad entre las personas mayores comporta preguntarnos sobre su participación. La de quienes sufren con su soledad y la de las personas solitarias. Y, por descontado, la participación de las personas mayores en su diversidad. Postulamos que el abordaje de la soledad debe pensarse desde las relaciones y, por tanto, desde las personas y las dinámicas sociales. En este sentido, los avances en las vías de participación que nutren propuestas plurales en objetivos y en maneras de hacer resultan imprescindibles.

Experiencias como las desarrolladas por Doran y Buffel (2018)[14] promoviendo la coinvestigación realizada por las personas mayores, nos ofrecen emplazamientos alternativos para discurrir sobre la participación. Para algunas personas, ese tipo de experiencias resultaban impensables, y aun cuando las leen o las escuchan consideran que son excepciones “muy excepcionales”.  Necesitamos extender nuevos marcos para entender que la participación también transita, también evoluciona. En Barcelona, el recorrido del Consejo Asesor de las Personas Mayores pone de manifiesto avances realizados y fortalezas para afrontar transiciones; los trabajos organizados en torno a las diferentes ediciones de la Convención “Las voces de las personas mayores”[15] son demostrativos de ambos aspectos (Pérez, 2020)[16]. En línea con encuadres que sitúan las voces de las personas mayores en el centro, resulta muy sugerente el proyecto “LKaleak”[17] inscrito en el Plan de Ciudad Donostia Lagunkoia. “LKaleak” tiene como objetivo identificar nuevas formas de tejer redes de apoyo en la propia comunidad que faciliten el cuidado y ayuden a personas que viven situaciones de vulnerabilidad.

A modo de conclusión

En un escenario cultural donde la visión de la vejez suele asociarse con aspectos negativos, la soledad de las personas mayores recibe la proyección de esa visión negativa. Por ello, postulamos la urgencia de desarrollar una reflexión crítica que impulse miradas y prácticas alternativas en las que se reconozca la complejidad de ese fenómeno social.

Cuando nos permitimos pensar que la soledad es de todos estamos esbozando un emplazamiento alternativo para explorar la soledad abriendo dos vías. La primera vía nos da acceso a que hablemos sin tabúes acerca de estar solo o de sentirse solo y a tratar la soledad con perspectivas variadas e innovadoras. Por su parte, con la segunda vía accedemos a la posibilidad de observar la soledad en su doble vertiente, individual y social, apreciando las vivencias, las relaciones, los sujetos y las comunidades, así como las dinámicas sociales. Se trata de aperturas que nos permiten acercarnos a la variedad en las maneras de vivir la soledad y de vincularnos con otros, así como reconocer tanto la soledad que duele como la que permite a la persona conectar consigo misma.

Dra. Mercè Pérez Salanova. Instituto de Gobierno y Políticas Públicas, Universidad Autónoma de Barcelona

Dra. Dolores Majón Valpuesta. Centro de Investigación sobre el Envejecimiento, Universidad de Sherbrooke

[1] Victor, C. (2015). “Loneliness and later life: Concepts, prevalence and consequences”, en Rokach, A.; Sha’ked, A. (eds.), Addressing loneliness: Coping, Prevention and Clinical Interventions (pp. 185-204). Nueva York: Routledge.

[10] Fundación ”la Caixa” (2020). Manual del programa “Siempre Acompañados”.

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