Hoy, 22 de marzo, celebramos el Día Mundial del Agua
El agua es imprescindible para vivir. Tanto es así que prácticamente la totalidad de organismos están compuestos por agua. En el caso de los humanos, interviene de forma directa en procesos como la digestión, estructuración del sistema circulatorio, absorción y eliminación de nutrientes, entre otros. Es decir, son tantas las funciones que tiene el agua en el organismo que pocos días sin consumir provocaría nuestra muerte.
Ante la necesidad humana de beber agua es muy importante asegurarse de que ésta sea potable. Precisamente, el agua potable es aquella que garantiza una buena salud independientemente de la cantidad que se beba y en los últimos años, según informan instituciones como la OMS, existe una mayor escasez. La potabilidad se da cuando se cumplen una serie de características en el agua como son ser incolora, inodora, insípida, libre de elementos con suspensión, tener una serie de valores químicos...
Dentro de estas características, la UE marca unos máximos y mínimos necesarios de minerales. Esto lleva a diferentes tipologías de agua potable, según lo que se conoce como su mineralización.
La mineralización es un proceso en el que se alteran las propiedades y características del agua debido a la integración de una serie de minerales y sustancias. En consecuencia, el sabor del agua puede variar y por eso somos capaces de diferenciar la tipología.
El proceso de mineralización puede ser natural o artificial. Por tanto, el agua puede ser purificada y adherir los minerales que se consideren pertinentes, o bien ser de origen subterráneo, el cual determina su composición por sí misma. A pesar de esta dualidad, siempre será más pura aquella agua que sea de origen subterráneo, lo más profundo posible, ya que estará más alejada de la contaminación.
Dentro del agua mineralizada existe una gran diversidad según la concentración de minerales que haya. Sin embargo, la forma más frecuente para diferenciarlas es a partir de tres grupos: mineralización fuerte, débil o muy débil.
Entre los distintos grupos de agua mineralizada no hay una que se considere mejor. Es decir, beber un tipo de agua mineralizada u otra debe venir determinado por las necesidades de cada persona.
A mayor concentración, más minerales contiene el agua. Por tanto, aquellas personas que requieren para la salud de elementos como el calcio, el magnesio, el sodio o el hierro pueden optar por aguas que contienen una mineralización más fuerte de éstos, ya que puede ser beneficioso.
Por otra parte, hay personas que tienen tendencia a tener piedras, u otros problemas de riñón. Por tanto, en estos casos es más adecuado optar por un agua en la que la mineralización sea más débil. De esta forma se disminuye el riesgo de sufrir estas afecciones.
En definitiva, es necesario saber las necesidades personales y a partir de ahí escoger el agua más conveniente para nuestro organismo.